Opinión

Los votos perdidos

CUANDO UN señor del Gobierno vigilaba las grabaciones de los programas a comienzos de los 70 María Jiménez se soltó con una canción en que la letra decía algo parecido a hazme tuya esta noche y párteme por la mitad, más o menos. Al acabar, el censor se giró hacia José María Íñigo y, muy circunspecto, refunfuñó: «Hay que repetir, mueve demasiado las caderas». Los peores actos de censura no son los grandilocuentes, sino los ridículos. El otro día asistimos a uno de los gordos: Rajoy, solo Rajoy, votó contra sí mismo y una enmienda que su partido había pactado con los canarios. El resto del PP consiguió atinar con el botón. Hay que recordar que no es tan fácil. Son tres: «Sí», «No», «Abstención». Eso sí, en TVE nos birlaron la cara que tuvo que poner el presidente. Es más, nos birlaron la cara de la bancada entera salvo la de Ana Pastor, porque algo había que grabar, a la que se le notó azorada y pasando página removiendo nerviosa los papeles mientras de fondo se oía cómo toda la oposición ovacionaba a nuestro presidente. Todos votamos alguna vez algo que no queríamos. A veces incluso adrede. Habrá que estar atento a ver qué vota Mariano en la moción de censura.

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