ACABO DE dar con una escacharrante versión de «me encantan las salchichas pero no quiero saber de qué están hechas». La pergeñaron los profesores de la Universidad de Glasgow que a quienes estudian Teología les advierten, como si fuesen presentadores del Telediario antes de dar paso a unas imágenes de las que hay a millones en Youtube, de que lo que van a ver de la crucifixión no les va a gustar. Madre mía. A estas alturas a los estudiantes de Automoción ya les habrán advertido de que contengan sus ímpetus porque van a ponerse perdidos de grasa y repartirán octavillas a la entrada de la facultad de Imagen porque, hay que darles la razón, algunas películas ofenden a la vista. Sí, queridos niños, la crucifixión es una cosa muy mala. Y aunque la de Jesús no la grabó nadie con el móvil, cada vez que la recrean, vaya usted a saber por qué, se empeñan en crucificar a alguien. Pero que no cunda el pánico, usaré esta columna para aguarles el final porque el libro es un tocho infumable que no hay quien se lo trague: resucita al tercer día. Luego, en su nombre queman a la gente en hogueras y exterminan a millones de personas. Pero eso ya no se estudia en Teología, así que no hay problema.
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