Opinión

Una oportunidad

Se despereza el ambiente taurino de la ciudad tras dos años de obligado y responsable parón, con los aficionados ya expectantes ante lo que pueda suceder el fin de semana de las Fiestas
Maletillas en la jornada 'Una oportunidad' en la Plaza de Toros de Pontevedra en 1964. CAMILO GÓMEZ
photo_camera Maletillas en la jornada 'Una oportunidad' en la Plaza de Toros de Pontevedra en 1964. CAMILO GÓMEZ

Toca a su fin la travesía del desierto. El agónico caminar entre la desolación de aquello que se frustra. La pandemia arrasó con millones de ilusiones, con miles de vidas y frente a esa dolorosa y trágica realidad, queda la anécdota, aquello que forma parte del ocio o del disfrute, también de la convivencia, de la relación con los demás y de esa parte del ser humano vinculada con la identidad propia, con lo que nos ha configurado desde jóvenes como parte de una realidad común. Esto sucede con el mundo de los toros que a tantos provoca sarpullidos (no diré que sin razón, máximo respeto, el mismo que se le pide a ellos), pero que a otros nos convoca en un hecho identitario que es parte no solo de lo individual sino también de lo colectivo, del sentido de pertenencia a la tribu.

Pontevedra es el firme anclaje de los toros en Galicia. Su Plaza es mucho más que una edificación varada al fondo de la ría, como una gran ballena de la que se espera su muerte por inanición, en la que se contiene parte de la historia de esta ciudad. En esa historia, nuestros antepasados, nuestros abuelos, padres, vecinos... han encontrado un ámbito de evasión, muchas veces en una complicada situación vital, como fue vivir bajo el lóbrego franquismo. La Plaza de A Moureira ha sido punto de reunión para celebrar la fiesta y, sobre todo, es un espacio de nuestra memoria. A ella, como a otras plazas, han acudido muchos taurinos, incluso los que ahora le dan la espalda en función de no sé que tipo de complejo o resquemor, que no aplican tan firmemente en otros ámbitos ecológicos, entre ellos una izquierda con fuertes lazos con la cultura y que siempre ha estado vinculada al mundo de los toros, orgullosa de su pasado, de sus vínculos artísticos, de la pintura a la literatura, y de todo aquello que surge de lo inesperado, de la inspiración de un instante que se puede convertir en eterno.

Esa Plaza es un gigante contenedor de lo que somos

Avistamos ya el oasis del regreso. El pozo de agua en el que satisfacer, no solo el interés por asistir al ancestral rito de la lucha entre el hombre y el toro, sino también a lo que supone un día de toros en cualquier pueblo o capital. Un día de fiesta, de negocios que aumentan sus ingresos, de compras y ventas, de todo eso que ahora parece ser lo que único que justifica cualquier actividad. Seguiremos midiendo el éxito de estas jornadas en toneladas de basura y no en las cuentas de resultados de hoteles, restaurantes, supermercados o de decenas de negocios que se vinculan a la acumulación de miles de personas. Seguiremos mezclando la ponzoña de las peñas callejeras de tinto y vomitonas con las que que acuden a la Plaza.

Esa Plaza es un gigante contenedor de lo que somos, lleno de historias que se reverdecen cada año. Un giro de última hora impedirá a tres jóvenes maletillas participar mañana en el primer acto relacionado con la vuelta de la actividad taurina en Pontevedra. Ya no podrán medirse sobre la arena sanroqueña a tres becerras, pero sobre todo a sus sueños e ilusiones. Es la comprobación de cómo la historia se repite, poco importa que sea en Linares, Salamanca o Pontevedra. La historia de nuestra Plaza nos permite evocar otras oportunidades para los maletillas, para aquellos que quieren desafiar a su destino o, cuando menos, sentir durante unos minutos esa relación entre el hombre y el animal. Ilusiones que podrían haber sido las mismas en Ramón Pedras, Elías Rafael y Diego Fernández, que las que fueron en los protagonistas del ayer, como aquella jornada vivida en agosto de 1964 bajo el título de Una oportunidad en la que cinco novilleros: El Candi, Miguelete, Platanito, Palomo Linares y Eugenio Barranco "hicieron el paseíllo con sus más o menos flamantes trajes de luces y seguidos de otros numerosos maletillas, algunos de ellos con el clásico hatillo". Tiempos de ayer y tiempos de hoy que nos citan ante parte de lo que somos.

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