Opinión

La inflación de la codicia

En medio de esta situación de crisis e inflación muchos se preguntan, más bien lo afirman, si algunas empresas están aprovechando la crisis para aumentar sus precios y conseguir mayores beneficio económicos. No son solamente las eléctricas las que están teniendo ganancias inauditas puesto que así lo demuestran los balances de las cuentas públicas de grandes conglomerados que reflejan que efectivamente están teniendo ganancias récord.

En concreto las compañías de gas y petróleo son el ejemplo más significativo, aunque de seguir con la escalada bélica impulsada por los EE UU y apoyada por la Otan, pronto serán superadas por las de la industria armamentística. Las primeras disparan sus ganancias a costa de la crisis energética, ganancias que Antonio Guterres califica de inmorales porque están cayendo sobre las espaldas de las personas y las comunidades más pobres y además, con un altísimo coste para el clima.

Si reparamos en algunos datos veremos dónde está la causa de la llamada "inflación de la codicia" y cómo la guerra tampoco es ajena al contexto que nos ocupa. En 2022, las ganancias de la industria energética reportaron beneficios astronómicos con la guerra montada en Ucrania que disparó los precios del gas y el petróleo.

En el segundo trimestre de 2022, la británica British Petroleum, una de las más grandes petroleras del mundo, triplicó sus beneficios. En ese mismo período, Exonera duplicó sus ganancias y Conchero las cuadriplicó. Esos beneficios se obtuvieron gracias a las subidas de los precios de las facturas de la energía y de la luz que pagamos todos.

Esas subidas de precios producto de la codicia son engañosas y, a poco que se examinen, podrían demostrarse innecesarias, como ya hemos mostrado en algunos artículos anteriores con respecto a las eléctricas en España.

Pero no son cosa solamente de las energéticas. Otras grandes empresas entran en el mismo juego que resulta culpable de la actual crisis: la guerra de Ucrania, el aumento de los precios del petróleo, problemas de la cadena de suministros, (que a veces colapsa en cuellos de botella, fruto de la actual estructura productiva global), sin olvidar los patrones de consumo de los últimos años. El peso de cada una de estas posibles causas requeriría un desarrollo que supera este espacio, así que tendrá que quedar para otra ocasión.

Por hoy quedémonos con aquello de lo que ya tenemos constancia suficiente como para determinar por dónde van los tiros de la inflación y si la política deseable y más beneficiosa para todos nosotros es la bajada de impuestos que propone la derecha, o que quién más tiene más pague y que se controlen los desmanes de las grandes corporaciones que provocan este caos.

Con el sistema económico actual estaremos siempre sometidos a la manipulación de los precios porque hay organizaciones poderosas que alteran el mercado a su antojo, al margen de la incidencia de guerras, desastres climáticos o escasez debida a los límites de de los recursos del planeta y al agotamiento evidente de algunos elementos. Recientemente, un grupo de investigadores sobre las grandes corporaciones denunciaba el agrupamiento de las mismas en oligopólicos que constituyen cada vez más monopolios que manejan los precios y también los Gobiernos y las condiciones ventajosas en las que operan.

Ante esta situación, cada día es mayor el número de economistas, expertos, ecologistas y ciudadanía en general, que aboga por la alternativa de evitar la localización y fomentar la independencia creando economías circulares y la producción y consumo local, que garantice la soberanía alimentaria y la producción de lo necesario; como mínimo de lo imprescindible, (para evitar situaciones como la de las mascarillas al comienzo de la endemia, por poner un ejemplo).

El poder de los grandes monopolios globalizados no deja margen al consumidor para defenderse frente a los abusos, de ahí que se busquen alternativas tanto a esos problemas como a los derivados del calentamiento global como a la crisis energética que forzará al decrecimiento y la re localización de la producción, a la moderación del consumo y a pensar y actuar de forma comunitaria para defender los derechos de las personas, la conservación de la naturaleza y un entorno saludable que favorezca la vida y el equilibrio, que no por ser menos consumista será menos placentero y favorecedor de las relaciones humanas.

Comentarios