Opinión

La humanidad fallida

¿ESTAMOS ANTE la humanidad fallida?

El capitalismo globalizado está en crisis y esta vez no se trata de una de esas crisis de sobreproducción por las que el sistema ya ha pasado. Para muchos, estamos ante el agotamiento del propio sistema que se está ahogando en sus propios principios.

Parece que la crisis lo ha impregnado todo, lo económico y lo social y personal y lo hace derribando valores, inculcando individualismo, inconsistencia en los afectos y falta de compromiso en todo lo que vaya más allá de uno mismo y, aún sin saberlo, porque no se es consciente de ello, muchas veces en esa deriva uno va contra sí mismo.

En la sociedad actual se observa un continuo cambio de criterio en lo individual y en lo colectivo, sin que la incongruencia y el egoísmo manifiesto haga sonrojar a nadie; y lo que es más grave, sin que los demás reaccionen o demonicen a quién así actúa y con descaro se muestra. Parece no importar que se haga daño en los afectos de quienes nos aman, en la imagen social de las personas, o en la calidad de vida y los derechos de la colectividad cuando se ha sido elegido para gobernar, proteger  y velar por su seguridad y bienestar.

A veces siento que estoy viviendo en una sociedad enferma; enferma de egoísmo, de irracionalidad y desafección; una sociedad carente de juicio crítico, en la que todo es efímero y llena de señuelos conducentes al despiste, de embusteros que solo nos conducen, como ovejas en rebaño, por caminos insanos y, a veces, sin posible vuelta atrás.

El peso de la ingeniería social desarrollada y hábilmente aplicada después de la segunda guerra mundial, dio sus frutos y además, hay que reconocer que desgraciadamente continúa dándolos porque esta sociedad sigue la senda que le van trazando sin oponerse, sin apenas resistencia, a pesar de que muchas personas están pagando los resultados de la manipulación y la crisis en sus propias carnes, permanecen inactivas, rendidas a la evidencia pero pasivas y, favoreciendo con esa actitud la perpetuación del mal. También esa reacción fue prevista por la ingeniería social y una hábil planificación para que el cerco se fuese cerrando mediante acicates y mentiras, manipulando hasta instalar la resignación y el miedo en la sociedad, haciendo que cundiese el sentimiento de impotencia para cambiar nada frente al gran poder de los mercados y la poderosa maquinaria de la globalización; así se ha ido instalando la apatía y la resignación sin lucha, porque la gran mayoría está presa del miedo e incluso, de la negación de la evidencia, como mecanismo de defensa frente a la negrura de lo que se evidencia y al incierto futuro que nos amenaza.

Una vez más, una mirada hacia la filosofía y la historia es requerida; por una parte para entender y por otra, para tratar de encontrar una salida alternativa a un sistema que ya parece quebrado y obsoleto y desde luego que no está garantizando mucha democracia, igualdad, paz y bienestar para la humanidad. Quienes trabajan en la línea del decrecimiento y el desarrollo sostenible necesario frente al crecimiento infinito cómo base del sistema capitalista, dicen que tal sistema es insostenible; entre las razones de la insostenibilidad del crecimiento infinito apuntan dos: el agotamiento de los recursos del planeta, porque son finitos, y la contaminación que está llevando al deterioro de las aguas, el aire y los alimentos y del calentamiento  global y al cambio climático que amenaza el futuro del planeta.

Es necesaria una alternativa de desarrollo sostenible, compatible con el medioambiente y, que garantice regímenes democráticos e igualitarios, porque también las democracias se están desnaturalizando con el actual sistema neoliberal.
 

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