Opinión

Vox en Pontevedra

Santiago Abascal, en la Plaza de Toros de Pontevedra en agosto. J.L.OUBIÑA
photo_camera Santiago Abascal, en la Plaza de Toros de Pontevedra en agosto. J.L.OUBIÑA

En las películas o en las novelas de zombis, todas tan previsibles y tan copiadas unas de otras que algunas veces los parecidos son sospechosos, los bichos, o como les quiera usted llamar, aparecen de pronto y a un tiempo en todas partes. El argumento, que no varía, no puede funcionar de otra manera. Los zombis sólo pueden ganar cuando son muchos. Imagínese usted que aparecen primeramente en Seixido, la aldea de mi padre, donde en invierno, con suerte, hay siete o diez habitantes y no llegan ahí ni los Reyes Magos. En caso de triunfar en Seixido, los zombis no pasarían de A Lama. El secreto está en la cantidad y en la simultaneidad. Quince en Seixido, medio centenar en A Lama y mil o algo más en Pontevedra pueden causar estragos si actúan conjuntamente.

Y ésa es la estrategia de Vox, por otra parte muy acertada: una campaña relámpago, como la de Hitler, en Polonia primero, y cuando toda Europa miraba hacia Polonia las tropas alemanas arrasaban todo el continente. Funciona. Funcionó en Andalucía, donde dos o tres meses antes de la campaña nadie sabía nada de Vox y sacó una docena de diputados. Salvando las distancias, le resultó bien en su día a Podemos y a Ciudadanos, dos partidos inicialmente soportados únicamente sobre mensajes aparentemente novedosos y líderes carismáticos. Recuerde usted: María Rey hizo en Pontevedra la campaña de Ciudadanos con una cartelería en la que sólo se veía la cara de AlbertRivera y el logo de su partido; la Marea de Luís Rei era entonces la marca de Podemos en Galiza. Una sacó un acta y el otro un par. Todo ello en cosa de las pocas semanas que transcurrieron entre la presentación de las candidaturas y las elecciones.

A eso jugará Vox: a unas siglas de moda y a un líder, Abascal, que ha crecido medio metro de tres meses a esta parte. En los últimos días se percibe en Pontevedra cierto entusiasmo hacia Vox. No sabemos quién será el candidato ni qué propone Vox para Pontevedra, pero uno se sienta en una terraza y en la mesa de al lado hay alguien alabando a Vox. Hay de todo. Jóvenes, maduros, ancianos y por lo general varones. Tanto han asumido en Vox la hoja de ruta estatal, que esperan hasta el último segundo para mostrar sus cartas. Las entrevistas que se han publicado en la prensa pontevedresa siempre citan a "responsables del partido", que anuncian que Vox se presentará en la ciudad mientras se niegan a dar sus nombres. No hay un líder reconocible, ni un portavoz, ni un responsable de comunicación ni falta que les hace. Tienen a un líder nacional y una marca que está de moda. En marzo, mes y medio antes de las municipales, pondrán una cara y un nombre para que alguien pueda salir en la prensa.

De momento, en el partido al que más puede perjudicar Vox, que es el PP, no hay demasiados aspavientos ni trasvases. Lo único que hemos visto hasta la fecha es una foto de Francisco Luis López con Ortega Smith frente a un enorme logo del partido de extrema derecha. Francisco Luis, que actúa bajo el sobrenombre de Paco Luis, es un veterano militante del PP que siempre ha tenido aspiraciones muy por encima de sus posibilidades. Una de esas personas que porque se afana en pegar carteles ya cree que merece un puesto de salida entre los cinco primeros. Como sus ambiciones nunca se han cubierto ha decidido explorar otras posibilidades. No es gran cosa, y lo mejor que pueden hacer los de Vox es ponerlo a pegar carteles, pero no descartemos que algunos de los nombres que suenan arrastren a algunos votantes del PP o de Ciudadanos más allá de lo que aporte la marca.

Yo no me descuidaría. El primer concejal necesita superar el 5% de los votos. Eso en Pontevedra son unos 1.800. Puede que Vox no lo alcance, pero no olvidemos la experiencia Biempica, que sin sacar una concejala le quitó uno al PP de Jacobo Moreira. El caso es que Vox se va a exponer lo menos posible, pues un proyecto para Pontevedra, que es inexistente, mejor no explicarlo. Aparecerán en el último segundo, cuando todos los demás lleven meses funcionando y ofrecerán su pescado como si fuera fresco.

Jugarán a seducir a una híbrida bolsa de votantes entre los que hay desencantados del PP o de Ciudadanos, nuevos votantes, abstencionistas más o menos atolondrados y gente cabreada o gustosa de llevar la contraria al mundo. Y que nadie olvide que en Pontevedra hay derecha muy a la derecha que hasta hace pocos meses se mostraba conformista porque el PP local había llevado a uno de los suyos a La Moncloa y eso pesaba. Hoy ya no existe ese compromiso. Los muy de derechas se sentirán libres para votar a otras siglas. Harían mal PP y Ciudadanos en minusvalorar a su socio natural, que en mayo y no sólo en Pontevedra hará una demostración de fuerza. Sería triste ver que en nuestra ciudad entra la ultraderecha, pero sea así o no sea, algunos deberán pensar si aliarse con ella en Andalucía ha sido buena idea.

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