Opinión

Colorido de linos

AYER MISMO se conformaban las corporaciones locales en los más de ocho mil municipios a lo largo y ancho de España que les regirán a lo largo de estos próximos cuatro años.

A todos ellos les deseo lo mejor porque así será también lo mejor para sus vecindarios; como es lo que anhelo para el de mi ciudad, porque sin ser mi preferido, el respeto al resultado de las urnas como demócrata practicante me lleva a ello, y como vecina a solicitarle un montón de cosas que mejoren nuestro día a día, y de entre las muchas cosas le iré pidiendo, para empezar que no abandonen al pequeño comercio.

Precisamente he titulado este artículo de opinión por dos imágenes de esta semana en un establecimiento de actividad centenaria en el pequeño comercio de nuestra ciudad, La Moda Ideal.

En una de ellas mostraba el género de calidad extraordinaria que ofrece a sus clientes, dejando patente el desembolso económico que tiene que hacer por adelantado en cada temporada. Ni que decir tiene, el sacrifico hecho por su propietaria al haber ardido en llamas su local en aquel inicio de febrero de 2016; al que asistimos impotentes e impávidos, y al que siempre echaremos de menos, ya que en medio de ese fuego desaparecía para siempre un baluarte de dos siglos de historia de nuestra ciudad, que no sólo del comercio de Pontevedra.

En la otra, su propietaria Mayte se mostraba feliz con una clienta centenaria, nuestra querida Lulú Vázquez, que, encantada con la calidad del producto, el conocimiento de sus gustos y la confianza en el trato sigue apostando por su «tienda de telas» año tras año.

Y es que efectivamente en nuestra ciudad los pequeños comercios de proximidad, distribuidos por toda la trama urbana, han satisfecho las necesidades vitales de los pontevedreses, cumpliendo una función económica, social, urbanística e incluso cultural, que no debemos dejar que se vaya al traste.

A vista de todos está la profunda transformación que ha sufrido el sector del comercio en estos últimos años, y Pontevedra no es una excepción; y las consecuencias de la proliferación de grandes superficies comerciales en zonas periféricas, y franquicias en el centro, han arrasado con el pequeño comercio familiar y especializado, forzando una modificación de los hábitos sociales y de consumo.

Pero en nuestra ciudad el pequeño comercio tiene otra contienda difícil de combatir, el precio de los locales en las zonas cercanas a la milla de oro de la calle Benito Corbal o en ella misma en la que aún es más alto; y la opción a la que pueden acceder los nuevos emprendedores, muchos de ellos mayores de 45 años o provenientes del desempleo o de empresas que han cerrado, es el poder hacerse con ubicaciones lejanas al núcleo comercial, lo que les avoca en la mayoría de los casos a un fracaso en una crónica de una muerte anunciada,, y eso no debería ser así.

Y no me estoy inventando nada, basta con dar un paseo por el centro de esta Boa Vila para encontrarnos a diario con una nueva liquidación de género en un local a punto de echar la llave, y pasar así a engrosar el altísimo número de locales vacíos.

Está claro que la ley de la oferta y la demanda marca el paso, y que los propietarios están en su derecho de pedir por sus propiedades lo que consideren oportuno; pero de la misma manera que he enumerado la problemática "a bote pronto", insisto en que hay soluciones, ya que todo está inventado y han salido de impases como estas ciudades que en su momento vivieron lo que, a la nuestra, especialmente, le toca ahora.

Pero yo soy de las que abogan por lo que expresaba el economista alemán E.F. Schumacher en su libro "Lo pequeño es hermoso: Economía como si la gente importara"; que en su título original incluye la frase de su maestro de su maestro Leopold Kohr "Small Is Beautiful", que a menudo se aplica para defender y poner en valor lo pequeño y lo cercano, entendiendo que así se accede mejor a las personas. Esta obra de ensayo fue publicada en 1973 en plena crisis del petróleo y la aparición del proceso de globalización, que no es cosa de ahora; aunque 46 años después estemos manejando los mismos términos.

Pero frente al auge del comercio on line (con más de 21 millones de compradores en España), y el éxito de franquicias y centros comerciales, lo cierto es que todavía un importante número de consumidores seguimos prefiriendo el pequeño comercio; esgrimiendo como principales razones una mejor experiencia de compra y un superior conocimiento del producto y el cliente por parte de los vendedores, sin olvidar el trato personalizado. Así, y como mínimo, estas deben ser las bazas que deben jugar los propietarios de estos establecimientos para subsistir.

He hablado de La Moda Ideal, pero me vienen a la mente otros negocios en la zona vieja de Pontevedra como el de confección y artículos curiosos A Moda de Abaixo; ropa para el hogar, en el último de los cuatro que componían Almacenes Clarita; los bolsos y maletas en Casa Bravo; ultramarinos como El Cisne; farmacias como la José Luis Domínguez en la calle San Román y antigua farmacia Antonio Puig, la farmacia-droguería de Eduardo Esteban, la droguería anexa a la farmacia de Jorge Varela; ferreterías como La Gallega; las cesterías de la calle Real; bares como La Navarra, París, As Reixas; sin olvidar esa deliciosa esquina que me produce un encanto especial cada vez que transito por las galerías Oliva, la peluquería Manolo. En éstos pretendo visibilizar al conjunto de establecimientos comerciales, a los que puedan faltar y a los que lo están pasando mal en zonas menos afortunadas, ya que todos juntos forman parte de la historia de la ciudad de Pontevedra.

Así que ya sabemos todos a donde no debemos de dejar de ir a comprar; que se puede compatibilizar la vanguardia con la tradición; al tiempo que aprovecho para pedirle a la recién elegida corporación municipal, que apueste y ponga especial atención en revitalizar el comercio en Pontevedra, para así poder seguir acudiendo a nuestras tiendas de siempre como la que lucía preciosa, esta pasada semana un esplendoroso colorido de linos.

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