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Confianza en la identidad

Cuando se acaban los buenos resultados llega el momento de reflexionar y confiar más que nunca en la identidad que ha hecho ganador a un equipo

EL PONTEVEDRA empezaba a definirse, a autodeterminarse, a encontrarse a sí mismo. Luismi halló un método que empezó a darle resultados, una fórmula adecuada para crecer. No es la más agradable a la vista. Ni siquiera es la que propugnaba el propio técnico al comienzo de la temporada. Él quería levantar un templo barroco sobre el fútbol combinativo, pero ha acabado creando un edificio funcionalista en base a orden, concentración, firmeza y más juego directo del que planeaba.

Parecía que todo marchaba. Pero el terremoto de Guijuelo ha hecho tambalearse toda la estructura. Eso y la gran cantidad de problemas físicos que asolan al equipo. El nerviosismo habitual que persigue a grandes clubes como el Pontevedra es una de las mayores amenazas contra los principios de identidad deportiva. Curiosamente, la pérdida de ese valor, la perversión de ese sustantivo acaba alimentando el desequilibrio de una escuadra e incrementando sus probabilidades de fracaso.

Hace bien Luismi en creer en lo que ha hecho a su escuadra fiable: su orden y rigor defensivo, la concentración y la solidaridad.

El Pontevedra no es una escuadra que llame la atención por su brillo. De hecho, salvo arreones puntuales de sus jugadores más virtuosos, por asociación o por acciones individuales, no hay luminiscencia en Pasarón. Tampoco llama la atención el nivel de agresividad o intensidad de sus futbolistas. Bueno, este domingo sí. Hasta ahora era una cuestión más de buena organización, de cohesión colectiva y de atención de que fuerza.

Cuando los resultados se acaban es el momento de confiar más que nunca en el método, de mantener la línea y conservar la cabeza. Sea o no agradable al paladar, una identidad bien definida y estable es lo que al final ofrece las mejores garantías de éxito.

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