POR EL Pontevedra han pasado decenas de presidentes, todavía más entrenadores, puñados de directivos y consejeros, cientos de futbolistas y miles de aficionados de todas las edades y comportamientos que han ido y venido en función de los resultados y de las diferentes situaciones del club. Y al final ellos siempre han estado ahí, fieles, silenciosos, discretos, tranquilos y con la mejor sonrisa y la mayor educación.
Son los empleados de la entidad. El miércoles será el último día de uno de ellos en Pasarón. Rafa Vidal. Rafa ha visto el campo lleno y vacío. Lo ha visto estar a punto de caerse, sujeto por vigas. Ha asistido a sus diferentes reformas y a su reconstrucción sobre sus cenizas en la década pasada. Vidal llegó a estar muchos meses sin cobrar. Demasiados. Más de los que la mayoría de lectores podrían tolerar. Ha visto como su empresa, la de sus amores, el PCF SAD, estuvo a punto de desaparecer en un par de ocasiones. Y ahí ha seguido, al pie del cañón, solucionando problemas, trabajando con la misma ilusión del primer día, cuidando del alma del campo sin que casi nadie se diese cuenta.
Rafa no es el único. Lleva 40 años aguantando al Secre, uno de los personajes más entrañables y queridos de Pontevedra, aunque al principio les pueda parecer un borde. Si hacen una encuesta de carisma, pocos competirían con el Secre. El tercero en discordia es Gabriel Tomé, el menos conocido, pero no el menos necesario, siempre atento, cordial y responsable en su trabajo.
No hay dinero que los pague. El Pontevedra no sabe la suerte que tiene de haber dispuesto de un tridente como este. Solo es de aguardar que ahora que Rafa se jubila no lo echemos demasiado de menos. No ha marcado ni un gol, ni salvado al club con su gestión ni dirigido al equipo a la cima, pero es ya una leyenda viva del Pontevedra.
