Opinión

Japón retoma la caza de ballenas

CON LA PEOR de las noticias ha finalizado el año para los inteligentes y fascinantes seres masacrados durante siglos por los humanos, para las ballenas. Debido a la persecución muchas especies estuvieron al borde de la extinción la centuria pasada. De la majestuosa ballena azul –de nuevo entre nosotros en los últimos años– llegó a desaparecer el 90%. La ballena franca del Atlántico Norte y la azul antártica todavía siguen al borde de la desaparición. Ahora, Japón parece haberse echado al monte y anuncia la vuelta a los peores momentos con la caza indiscriminada del mamífero marino. El pasado miércoles 26 de diciembre, el Gobierno nipón anunció su salida de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) y la reanudación de la caza de ballenas a partir de julio del presente año. Así ya son cuatro los pies de una eufemística mesa, pues se une al triplete existente hasta ahora formado por Noruega, Islandia e Islas Feroe.

Al término de la II Guerra Mundial, la falta de alimentos llevó a Japón a un enorme consumo de carne de ballena. En la década de los 50 y comienzos de los años 60 se localiza el punto álgido de su utilización en el país nipón, superándose en algunos años el consumo de 200.000 toneladas de la citada carne. Sin embargo, en la actualidad su venta es prácticamente anecdótica, pues según datos oficiales no alcanza el 0,1% de toda la carne consumida al año –unas 3.000 toneladas en 2016–.

Con la finalidad de conservar y gestionar la población mundial de ballenas y cetáceos se crea la Comisión Ballenera Internacional en 1946. En la actualidad 89 países pertenecen a ella. Japón se adhiere a la CBI en 1951. Ante la dramática situación con especies al borde de la extinción, en 1986 la Comisión Ballenera Internacional inicia una moratoria sobre la caza comercial de ballenas. Japón pone fin a la citada pesca en sus costas dos años después, pero se une al subterfugio de la "pesca con fines de investigación científica" en la Antártida, un recurso para seguir cazando ballenas. En los gélidos mares del sur, desde 2005 hasta 2017 los balleneros japoneses son acosados de forma permanente por los barcos de la organización ecologista Sea Shepherd.

En 2010 Australia denuncia a Japón ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. El máximo tribunal de Naciones Unidas falla en 2014 y ordena a Japón poner fin a la caza irregular en aguas antárticas. El Gobierno nipón cancela la campaña de 2014-2015, pero retoma la actividad al año siguiente. Su actitud es condenada por la Unión Europea y otros 12 países. En septiembre del año pasado la CBI rechazó la propuesta japonesa de reanudar la caza de ballenas con fines comerciales. El comunicado del pasado miércoles 26 de diciembre es la respuesta de Japón al acuerdo internacional. El Gobierno japonés también ha recurrido al mayor ultra nacionalismo para justificar su posición al presentar las críticas internacionales como una imposición de los valores de Occidente al pueblo nipón. Según los mandatarios del país del Sol Naciente, la caza de ballenas forma parte de su cultura y ellos nunca permitirán que los extranjeros digan a su pueblo lo que deben comer o no.

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