Opinión

Cuando ellas gobernaron el mundo

¡ESPLÉNDIDA! Utilizo ese calificativo consciente de lo injusto por lo exiguo e insuficiente de la aseveración. La exposición, La otra Corte. Mujeres de la Casa de Austria en los monasterios reales de Las Descalzas y La Encarnación, inaugurada el pasado jueves 5 de diciembre y abierta al público hasta marzo del próximo año, merece un término mejor para describir su excepcional brillantez. Aunque sea una valoración subjetiva, para quien escribe es, sin duda, el acontecimiento cultural del año de Madrid y del Estado español. Con sede en el Palacio Real de Madrid, de su organización es responsable Patrimonio Nacional, mientras el patrocinio corre a cargo de la Fundación Banco Santander.

La manifestación central de la exposición es el inmenso poder y capacidad de decisión a nivel mundial alcanzado por una serie de mujeres pertenecientes a la Monarquía Hispana en los siglos XVI y XVII: Juana de Habsburgo, María de Habsburgo, la archiduquesa Margarita de Austria, sor Margarita de la Cruz, sor Ana Dorotea de Austria, Isabel Clara Eugenia... Frente al discurso oficial vigente, defensor de la más abyecta supeditación de la mujer al hombre -con casos excepcionales de protagonismo femenino en la centuria decimonónica-, la realidad fue otra bien distinta; cuando menos en nuestro país. Únicamente es menester recordar, como muy bien hace la exposición, que dos momentos álgidos del Imperio hispano estuvieron dirigidos con mano de hierro por dos mujeres: 1548-1551, regencia de María de Austria y 1554-1559, regencia de Juana de Austria. El rutilante pódium podemos completarlo con Isabel Clara Eugenia. De su hacer guardan buena memoria en los Países Bajos, en Flandes. Sin embargo, de las tres la más brillante, con mucho, fue Juana de Habsburgo. Un ejemplo de la capacidad de poder de Juana de Austria es su papel de fundadora del Monasterio Real de Las Descalzas. En el siglo XVII, Margarita de Austria hizo lo mismo con el de La Encarnación. Por cierto, Isabel Clara Eugenia no fue reina de Francia por la Ley Sálica imperante en el vecino país, la cual no permitía el reinado de una mujer, situación de postergación inimaginable en España hasta la llegada de la Casa de Borbón.

Un centenar largo de obras consideradas «emblemáticas» por la organización, dispuestas en once salas, componen una exposición donde se unen Renacimiento y Barroco. La serie de tapices El triunfo de la Eucaristía de Rubens, la escultura policromada de Pedro de Mena o Gregorio Fernández, los cuadros de Sánchez Coello, Ribera, Antonio Moro, Felipe Diricksen, Pantoja de la Cruz..., los grabados de Durero, relicarios, el túmulo funerario de Juana de Habsburgo..., son algunos de los fabulosos tesoros procedentes de Las Descalzas Reales y La Encarnación para este acontecimiento comisariado por el catedrático de arte Fernando Checa. Todo un regalo para la vista pero también un auténtico ariete para derribar tópicos relacionados con el protagonismo de la mujer en este país durante los siglos XVI y XVII. Lo dicho, una exposición, ¡magnífica!

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