Opinión

Vaivenes y toboganes

Arranca un curso político que me temo que lo hará como terminó el anterior

A PURA agosto los últimos días, esta vez sin ferragostos. Tampoco sin tiempo para hacernos demasiadas ilusiones en lo que toca a la política. Hemos visto canutazos de todo tipo. Cualquier excusa, más allá de la anécdota de las chancletas de estío. Todo vale, para la oposición segundos de televisión para que nadie se olvide. Para el Gobierno, cualquier crisis es buena para salir a la palestra, eso sí, tomado el tiempo prudente que la distancia habilita a toda exposición pública aun dando la sensación de desgana y cierta pereza. A nadie verdaderamente importa la suerte que sigan los cientos de afganos que de momento se van a hacinar en barracones en las bases militares. Luego el reparto por las comunidades autónomas, pero ¿y su futuro? Para la oposición, carnaza para azuzar y atacar. Para Sánchez, que tiene tomada la medida al presidente del PP que dice y se desdice una y otra vez, le bastó una foto con la cúpula comunitaria y movilizar a su mejor ministra, la de Defensa, para aparentar ser y hacer.

Sabe que con la gestión de los fondos comunitarios y la next generation en definitiva, y si los mismos se hacen con cierta cabeza y sin olvidarse de medianas y sobre todo pequeñas empresas, más las cifras de crecimiento brutales que puede rozar un 23% y la expectativa de veinte millones de personas empleadas en un horizonte no lejano, puede asegurarle la permanencia a pesar de socios y consocios. Y ahí la oposición se la juega, trata de multiplicarse y disparar, en cierto sentido a todo y contra todos. Sentido de estado, bien, por parroquias, que tire la primera piedra el que esté exento. Qué memoria tan desmemoriada. Lástima. Somos españoles. De a pie. Con corazón de piedra. Y como dice Bergoglio condenando incluso hasta la hipocresía de la iglesia, reparte también hacia los políticos y la disparidad de vida pública y vida privada.

Malos tiempos para tratar de estar a toda costa en el tobogán. La caída puede ser de órdago. Pero en el vaivén político todo es posible. Nada es cierto ni menos puede darse por seguro ni asegurable en el reino de la improvisación, la incertidumbre y donde las proyecciones campan por su ausencia.

Viene un otoño cimbreante entre calores y lluvias políticas y partidistas en un todo vale y que, a la postre, se traduzca en un sálvese quién pueda, o el más listo de la clase. Pero no hablemos de clases, ni de másteres ni de licenciaturas ni tampoco doctorados. Que el mundo es que como es y no lo vamos a cambiar supinamente.

Arranca un curso político que me temo que lo hará como terminó el anterior entre infecundo y poco productivo pero donde además han desaparecido muchos actores y personajillos. El teatro abre de nuevo el telón, y me temo que no lo hará a medio gas. Otra cuestión es si al final adoptaremos la misma actitud los ciudadanos que hemos hecho durante agosto, indiferencia, pasotismo, hamaca, turismo y a olvidar el virus. También la política. Aunque algunos deberían dejar de vivir en una inmensa y perenne tutela.

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