Opinión

Viento en las velas

AQUELLOS que se desgañitaron en enterrar el cadáver putrefacto del bipartidismo, se equivocaron. Aquellos que no cejaron en su empeño en defenestrar y orillar un partido socialista cadavérico y finalista, erraron aún más. Entropía cero, pero para su galbana intelectual y su nulo olfato político. No es este país para la aventura ni para los experimentos, tampoco para arrojarse en brazos de nuevos nibelungos de la palabra y promesas huecas aunque biensonantes. Va a ser en este país que regenerarse significa dos cosas nada más: la primera, una cara nueva y joven, ahí están Pedro Sánchez y ahora Pablo Casado –éste con el enorme lastre además de su credibilidad formativa—, la segunda, tocar poder. Ahí está el caso de Sánchez, ha llegado a Moncloa y, de momento, pese a lo que pese y a quién le pese, dispara en el CIS los pronósticos electorales. Es verdad, que es una encuesta, que acaban de llegar, que llegó como llegó, que el efectismo y todo lo que queramos, pero ahí está el CIS, el mismo que gustaba a los populares cuando ellos gobernabaan. Y aquí está la prueba en este país regenerarse es barato: no hace falta programa, nadie lo quiere ni lo pide, no es necesario cambiar discursos ni diálogos insonoros, ni tampoco cambiar todas las caras, a lo sumo dos o tres que, eso sí, tienen que ser sumamente telegénicas y dominar el mundo de las redes sociales.

Los políticos ahora son eso: buenos rostros para las cámaras, sonrisa cuidada y esmerada, aunque alguno la exagera hasta el cansancio y, decimos nosotros, procurar no decir nada o ambigüedades que no comprometan. Vean sino lo que está sucediendo y algunos proclaman al viento.

Bastó un cambio de cromos para que todo el hartazgo se diluyera como un azucarillo en un café caliente. Daba igual que el café estuviera cargado o no, o fuese como dice en la otra orilla un tintico. Era tal el cansancio que todo se desplomó ad extra y también ad intra. No hubo panegíricos, eso sí, salvo los que perdieron puestos, sobre todo, aquellos a dedo que son de lo mejor retribuidos en España, y que sus inquilinos saltan y saltan, perdón, trepan, sin tapujos ni escrúpulos, pero que valen para un roto y un descosido en cualquier puesto de la administración o de las empresas públicas. Rastreen un poco y hay auténticos especialistas de la supervivencia política, del clientelismo partidista y apoltronamiento en interesantes puestos de dirección, bien complementados de estipendio y con puerta giratoria expectante de cara a futuro. No hace falta dar nombres, lo hace la prensa casi todos los días. Pero este es país de envidiosos, dirían ellos, a los que no les duele en prendas que familiares y amigos próximos reciban cuantiosas subvenciones públicas. Oh, maldito capricho del azar o la mera casualidad. Aquí, en política, la cortocircuiteada y capitis diminuitis política que hacemos en este solar, pasa lo que pasa. Luego hablan de transparencia. Permítasenos poner en duda ciertos comportamientos y elipsis jocosas.

Viento en las velas, y de cara ahora mismo para Pedro Sánchez, el gran defenestrado por los cuchillos propios el 2 de octubre de 2016. Y ahí está, recuperando, de momento, solo de momento, veremos el test de mayo próximo, a su partido, ese mismo que se habían apresurado algunos, bastantes, al requiem y las gregorianas. Eso sí, sin que nadie sepa ya aquello de que es o son gregorianas. Pues la incultura, tiene estos estipendios.

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