Opinión

El traslado fue un espejismo

Crónica del cambio de postura definitivo que vivió el Partido Popular

A principios de 2013, Rafael Louzán fue el primer dirigente del Partido Popular en defender la continuidad de Ence. El PP llevaba seis años apostando por el traslado. Desde la llegada de Telmo Martín a la dirección del partido en Pontevedra y tras la elección de Agustín Hernández como conselleiro de Medio Ambiente en el Gobierno de Alberto Núñez Feijóo, los ‘populares’ habían abandonado su tradicional posición de defensa de la fábrica en Lourizán. Por eso aquellas declaraciones de Louzán, entonces presidente de la Deputación de Pontevedra, fueron tan significativas: porque implicaban un nuevo cambio de postura.

Para entonces, hace tres años, ya casi nadie daba un euro por la opción del traslado. Ni siquiera los dos máximos valedores dentro del PP, los dos hombres que habían arrastrado al partido en el discurso que pedía la salida del complejo de la ría y su ubicación en otro lugar de la comarca: Telmo Martín y Agustín Hernández. Telmo había acabado completamente decepcionado con la empresa, se sentía utilizado y tras casi una decena de reuniones negociadoras, algunas de ellas con el presidente de la compañía, Juan Luis Arregui, se dio cuenta de que el traslado era absolutamente inviable: su valiente apuesta de mover la producción desde Lourizán hasta un enclave en los montes de Marcón era imposible. Las otras dos opciones que se le ofrecieron a la empresa, Cotobade y Barro-Meis, para formar un trío de candidatos, también.

Algo parecido ocurría con Agustín Hernández. En ese momento, en 2013, él ya sabía, como se encargó después de recalcar la empresa una y otra vez, que solo había dos opciones: prórroga o cierre. La cuestión era que Hernández no lo decía públicamente. ¿Por qué? Porque quería apretar a Ence. Pese a que no había hueco para el traslado, creía que la continuidad en Lourizán tenía un precio. “La apuesta por el traslado está bien si es viable. Pero la realidad es que en ningún país del primer mundo se está haciendo una planta nueva de estas características, así que la pregunta es ¿es viable? Y la respuesta es que es muy complicado”, afirmaba entonces en privado.

A Hernández no le parecía conveniente ese discurso de Louzán porque suponía colocar al PP en una posición de debilidad en una negociación. Medio Ambiente quería contraprestaciones económicas importantes y especificaba ‘off the record’ que no podían ser solo patrocinios deportivos, sino cantidades altas. Quedarse en la ría de Pontevedra costaba dinero. Esa postura se reflejó en una crónica política de este periódico, publicada en mayo de 2013, y que llevaba por título ‘Ence, una cuestión de pasta’. Un juego de palabras como otro cualquiera.

Las razones para el cambio de postura de Hernández tenían que ver con las circunstancias y se fundamentaban en tres puntos: la crisis económica, que hacía más importantes aún los empleos que generaba la empresa; la postura de la propia Ence, que reconocía abiertamente las nulas posibilidades de un traslado, y la reforma de la Ley de Costas, el cambio legislativo impulsado desde el Gobierno central y que allanaba por completo el camino de la pastera. El traslado se había convertido en un espejismo. El as que se guardaba en la manga Hernández para presionar en la negociación, teniendo en cuenta que la compañía cumplía con creces los criterios medioambientales, era aferrarse a los permisos de actividad, que debía conceder la Administración autonómica, y al urbanismo, a través de las Directrices de Ordenación do Territorio (DOT) y del Plan de Ordenación do Litoral (POL).

Pero nada de eso se concretó. Los cambios políticos facilitaron aún más las cosas: Telmo Martín cogió rumbo al Congreso de los Diputados y Hernández fue colocado en la Alcaldía de Santiago. El sucesor del primero, Jacobo Moreira, pronto abrazó la defensa de la permanencia, y la del segundo, Ethel Vázquez, adoptó un perfil bajo que dejó la transmisión del nuevo discurso sobre la pastera a dirigentes con más peso y experiencia como Alfonso Rueda.

La concesión de la prórroga ha despejado las pocas dudas que quedaban sobre la continuidad. Ence se quedará 60 años más en la ría de Pontevedra. El PP decidió, finalmente, que prescindir de los puestos de trabajo que genera la empresa y de su impacto económico, era un lujo que no se podía permitir. La hora de los espejismos, e incluso de las negociaciones, había pasado ya.

El olor cero y la integración

"Ence no va a defraudar a Pontevedra y su comarca, y se compromete a trabajar con la máxima responsabilidad y con el mayor rigor para seguir generando riqueza y empleo, así como para contribuir a la calidad de vida de los ciudadanos de Pontevedra, con la esperanza de hacerse acreedora de apoyo a su actividad y permanencia por parte de todos los pontevedreses"”. Es una parte del comunicado que la empresa envió ayer a los medios. Ence debe cumplir su promesa y demostrarlo con hechos. En la agenda están la consecución del olor cero, un proceso en el que se ha avanzado enormemente en los últimos años, pero en el que aún queda margen de mejora y que obsesiona al director de la planta, y la integración paisajística del complejo, que ha de ejecutarse en base a un proyecto ya aprobado que solo esperaba el OK de la prórroga. Una fábrica siempre será una fábrica, pero se puede y se debe trabajar su impacto, sobre todo cuando está ubicada en un lugar como el actual, junto al paraíso de la ría de Pontevedra.

El coste que debe asumir el PP

Al PP le iban a llover las críticas desde los sectores contrarios a la permanencia sí o sí, pero haber aprobado la prórroga con un gobierno en funciones, con la posibilidad de un ejecutivo de izquierdas sobre la mesa, va a suponer un coste aún mayor. La continuidad se ha autorizado sobre la bocina, en el tiempo de descuento. Y no había necesidad. La tardanza se ha debido solo ha motivos políticos, no técnicos, como ya se explicó en esta página el domingo. Da la sensación de que el PP nacional no se ha atrevido a conceder la prórroga antes de las elecciones del 20 de diciembre; que, pese a su discurso de defensa de los empleos y la riqueza que genera la empresa, no le ha visto ningún tipo de rentabilidad electoral y que por eso decidió no anunciar la permanencia en el mes de diciembre. Ahora debe asumir las críticas de hacerlo de tapadillo, mientras los dirigentes del PP autonómico y local no son capaces de explicar a qué ha venido tanta tardanza si todo se había planeado y preparado para que la empresa siguiese en Lourizán.

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