Opinión

Cerezos en flor

YA HAN florecido los cerezos en Japón, o al menos eso se ha publicado, así que debemos fiarnos porque hasta allí no podemos ir ahora mismo. Se llama hanami esta época del año y será lo mismo que ocurre en el Valle del Jerte aunque en Extremadura no tiene nombre japonés. Perdón por la obviedad, pero es que esto de airear nombres en otros idiomas da mucha categoría siempre.

Son diez días lo que se calcula que uno puede ver el cerezo en flor en el Jerte. Y esto podría ser perfectamente un gesto hygge. Puede que ya lo haya leído, se trata de la felicidad reposada, lejos de la euforia adolescente que caracteriza en ocasiones al amigo español que se encuentra a otro para tomar unas cañas. Los nórdicos son así, de ser felices de manera calmada y con un poco de leña al fuego para abrigarse. Y esta palabra en concreto, hygge la usan en Dinamarca para definir la calidez del hogar, el estar a gusto en casa: el sofá y la manta, una copa de vino mientras se cocina "cual anuncio de Ikea", un bizcocho al horno…y demás detalles de lo cotidiano, o al menos de lo rutinario que debe ser una casa vivida y sobre todo, una casa con tiempo.

O al menos, solamente se puede ser hygge los fines de semana, porque a ver quién tiene tiempo suficiente entre semana para tomarse una copita de vino mientras hace la comida. Más bien hay personas que deben pensar qué hacen de comer para que se pueda quedar cocinado de un día para otro. Tal vez si las políticas de conciliación fuesen de otra manera, podríamos ser los españoles algo más daneses entre semana, pero de momento, no es el caso. Cuando hablo de conciliación, hablo de todos los modelos de familia posibles: desde el apartamento unipersonal hasta la familia numerosa pasando por todas las combinaciones que usted proponga. Pero no es el caso. Así que para darle duro al hygge uno de los básicos debería ser un Luis Enrique, por ejemplo, ya que con tiempo real no contamos debido a nuestro horario laboral.


El hygge gallego no es más que lume ó carón da lareira


Un año sabático. Un año para uno mismo en el que disfrutar de todo el vino mientras se cocina que sea menester, en el que tener tiempo incluso para ir al Monte Segade a recoger leña para la chimenea, o en el caso de no tenerla, buscar en Leroy Merlin un dispositivo similar que permita simular fuego con madera. Que eso aporta al parecer mucha de esta felicidad calmada. Dándole vueltas al asunto, uno piensa que el tiempo es oro, por tanto, el tiempo es dinero, por tanto, para tener tiempo necesitamos tener medios que nos sostengan ese tiempo. Seguramente el frutero de enfrente a casa quisiera disfrutar de vino mientras cocina sus peras al propio vino, pero no se puede permitir un año sabático.

También hay que indicar otro aspecto importante: lo que muchas personas sin muchos estudios y también muchos especialistas en sociología reflejan: en determinadas cosas hemos ido a menos. Vamos, que en esto del tiempo, cualquier tiempo pasado fue mejor. No me diga que no le ha recordado nada esto del hygge, porque para un gallego esto no es más que lume ó carón da lareira, o lo que es lo mismo, sentarse detrás de la cocina de leña y no salir en todo el día, empatando el desayuno con la comida y la comida con la cena. Un clásico.

Un hygge en toda regla. Una manera de disfrutar del tiempo, de la felicidad calmada, de la leña y del vino. Si es algo nór dico, es también algo del norte, al menos a la genética gallega no le debiera resultar extraño. Aunque desde que las casas de aldea se reforman cual chalés de Majadahonda, desde que el tiempo también ha pasado a ser importante entre máquinas de ordeñar y demás tecnologías avanzadas, se ha perdido hygge en los pueblos gallegos. Queda pero escasea, sobre todo a medida que los mayores van desapareciendo.

Los jóvenes, por circunstancias que no caben en esta página, se marchan, fuera del pueblo e incluso fuera de la capital e incluso fuera de Galicia, de manera que se pasan al lado oscuro: al mundo de hoy en día, a los artículos sobre conciliación familiar y a los artículos sobre hygge. Se pasan al otro lado, al de admirar prácticas nórdicas: danesas, finlandesas, noruegas, suecas.. con ese punto de personas de bien que tienen ellos, tan nórdicos y con tan pocas horas de sol. Tan puestos en dejar a los niños ser ellos mismos, tan diestros en disfrutar de la manta dentro de casa.

Se pasan a ese lado olvidando a sus abuelos, que vivían pegados á lareira, que tenían a los bebés en cestas en el campo, que cuando crecían un palmo subían a tejados para coger la fruta del vecino "fomentando así su creatividad" y que se pasaban los días con cierto aburrimiento porque no había ni mucho que hacer ni demasiado que comer.

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