Opinión

¿Dónde estás?

LA CITA era a la una de la tarde, así que él cuadró todos los asuntos que tenía pendientes para que esa hora estuviera libre. Dispuso de una hora escasa para llevar a cabo la reunión, le pareció un tiempo suficiente. Solamente tenían que acordar el día de la semana que iría a su casa y también el precio por hora, que más o menos estaba estipulado. El contrato y demás todo estaba en manos de un gestor.

Cuando llegó a casa era la una menos cuarto. Habían quedado allí, ya que ella iba a ayudarles con las tareas del hogar, lo suyo es que viera la casa donde iba a trabajar. La citó dándole la calle y el número. Su calle y su número: calle García número 100. Indicó él que estaba muy cerca de una glorieta llamada Lope de Vega. El reloj marcó la una, la una y cinco, la una y diez… cuando se acercaba a la una y cuarto, él cogió su teléfono y la llamó: "¿Está todo bien?". Ella estaba enfadada. Le dijo que era incapaz de encontrar su calle, que estaba dando vueltas, que se le estaba haciendo tarde y que además no sabía si tendría algún hueco disponible en su agenda de trabajo. Le dijo, levantando un poco la voz, que estaba caminando por la glorieta y que el número 100 no aparecía. "¡Estoy dando vueltas a la glorieta y no aparece! ¡Llevo quince minutos dando vueltas y aquí no hay ningún número cien!". Ella estaba alterada, y molesta. Entonces él trató de explicarle de nuevo que era la calle García y que no la glorieta, que le había dicho lo de la glorieta para ubicarla, para que le resultara más fácil encontrar la casa. Ella le rebatió a gritos: "¡Usted me ha dicho que era la glorieta!". Él empezó a perder la paciencia… Si algo tenía claro es que la dirección de su casa la sabía perfectamente, así que no se podía haber equivocado al dársela a ella. "Bueno, bueno… me interesa que trabaje aquí, viene de parte de un amigo, esperemos a ver…".

Él bajó al portal. Decidió que sería mejor esperarla allí, porque así la vería llegar y ella no se perdería (más). La glorieta está al lado de la casa, ella no podía estar lejos. Esperó cinco, diez, quince minutos… Eran ya las dos menos veinte. No conseguía entender dónde estaba ella, porque realmente desde su casa se veía la glorieta apenas a unos pasos. La llamó de nuevo. No le cogió el teléfono. Otra vez. Nada. Daba línea, no comunicaba ni tampoco estaba apagado. Daba línea y no cogía. Insistió una vez más. Nada.


Daba línea y no cogía. Insistió una vez más. Nada


Cuando subió a casa se encontró desubicado. Estaba en su casa, en la calle García, cerca de la glorieta Lope de Vega, y estaba solo. Y ella no aparecía y el teléfono no le había devuelto las llamadas. ¿Le habría pasado algo?, ¿había sido capaz de desaparecer en un instante? Si la glorieta estaba al lado, ¿por qué no se había acercado a la casa? Se hizo tantas preguntas que casi no reparó en que es improbable pensar que una glorieta pueda tener cien números. Se supone que ella había estado dando vueltas a una glorieta que apenas si alcanza los veinte números buscando el cien. Y luego, ya ubicada en la calle de su casa, habían hablado por teléfono. Y luego él había estado esperando a ver si la veía. Y no apareció y no contestó. Le tuvo que pasar algo, aunque fuera en apenas cinco minutos.

Tal vez ella no quiso aparecer tras la conversación telefónica. Tal vez creyó que si no era capaz de entenderse con él para llegar a su casa, menos lo sería para establecer cuál era el día mejor para la plancha y cuál mejor para la aspiradora. Tal vez ella no tenía hueco ya para trabajar más, pero entonces, ¿por qué aceptó la cita?, ¿por qué no lo dijo antes? El caso es que había desaparecido y no había vuelto a saber nada de ella. Era una persona que iba a formar parte de su casa y de repente, no existía. No llegaron a un acuerdo, o más bien, no llegaron ni a intentar llegar a un acuerdo. Una conversación absurda acerca de una calle y una glorieta y fin de la relación. ¿En serio puede una persona dejarse marchar de esta manera? Era un trabajo, y ni siquiera lo rechazó. Desapareció.

Entonces él recordó las personas que a lo largo de su vida habían dejado de contestar el teléfono. Pensó en los mensajes no devueltos. Se sintió mal contando cuántas veces él había hecho lo mismo. No habían sido demasiadas, pero sí recordaba haber obviado de su agenda telefónica a dos o tres familiares por lo menos. Y le vino a la cabeza un amigo que hacía meses que no llamaba. Decidió buscar desde la A hasta la Z. Pero no iba a quedar con nadie. No en su casa, no cerca de la glorieta.

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