Opinión

Un buen día

Cantaron Los Planetas a un día cualquiera y a todos nos encantó. Criticamos ahora los días normales que nosotros hemos convertido en especiales

"ME HA LLAMADO CABALLERO la puerta de un lavabo. Me he mirado en el espejo y no era cierto, y he llorado". Es la letra de una canción del cantautor gallego Andrés Suárez. En este fragmento incorpora la palabra "espejo" para confirmar de lo que está hablando: del yo, pero del yo frente al yo y frente al otro. La puerta lo consideraba caballero, pero él se creía más trovador. Sea como fuere, la construcción de la identidad es filosofía, es psicoanálisis y es mucha literatura, desde Borges hasta Benedetti. Y es canción, también es música. Es por tanto, algo que nos preocupa, que nos aflige, que nos gusta reflexionar para saber, que nos gusta pensar para sentirnos bien. 

Dice mi yo que es Navidad. Se lo han dicho las luces de la calle, los escaparates de las tiendas, las estanterías del supermercado, y los catálogos de juguetes que se acumulan en la cesta de los periódicos y revistas. Dice el yo que tengo frente al espejo de la entrada que es Navidad porque está pensando en quién va a estar, en qué vamos a cenar y en qué bien lo vamos a pasar. Dicen muchos otros con los que se encuentra mi yo que es una época horrorosa, basada en la hipocresía y en el materialismo más puro. Mi yo se pone en guardia y ataca cual Songoku con bolas de Navidad, en lugar de bolas de dragón. Y es porque a mi yo la Navidad le gusta, y vive desde hace años rodeado de una cantidad de "‘yoes"’ que son otros, que cada año son más, que harían una hoguera de San Juan con el espumillón de toda España (y parte del extranjero). 

Y esto es como todo: opinión. Tertulia. ‘Opinadores’ y tertulianos a diestro y siniestro, mi yo el primero, que le encanta contar que es feliz en Navidad igual que el resto del año porque disfruta de estas fiestas igual que un domingo de abril o una tarde de julio. Pero no convence. Mi yo está a punto de llorar frente al espejo como el de Andrés Suárez: no quiere tener que pedir perdón por decorar la casa y mandar postales pero, a la vez, siente que su comunidad lo cuestiona. En manos de mi yo caen artículos y podcast de entrevistas a especialistas pedagogos que indican que los niños no deben tener más de cuatro juguetes por Navidad. Pasadas las señales horarias, escucho con desazón todo lo que está ocurriendo no tan lejos de aquí y la no Navidad de tantos que por no tener no tienen ni calendario. Les va a dar igual que sea diciembre. Y vuelve entonces mi yo a posicionarse frente al otro. Y siente que el mundo sigue siendo tan injusto y se necesita tanta paz como pensaba cuando de pequeño celebraba con palomas de papel el Día Mundial de la Paz en el colegio. No ha cambiado nada, si acaso, ha cambiado a peor. 

La fábrica de recuerdos trabaja mejor fuera de temporada alta

Entonces llega el otro, a explicar que todo el que celebra la Navidad es hipócrita. Y empiezan sin fin las conversaciones sobre familiares que uno no quiere ver y que otro no quiere sentar a su mesa. Continúan los diálogos acerca de las personas que ya no están y que tanto se echarán en falta esos días. Y mi yo tampoco comprende, y le deviene la ira. Ira al pensar que él tiene una lista interesante de familiares con los que no va a compartir mantel dorado, pero es que ni están ni se les espera. Ni en Nochebuena ni un martes de febrero. Y mi yo, frente al espejo, recuerda que no echa especialmente de menos a los que le faltan por ser Navidad. De hecho, puede que los eche más de menos en cualquier otra situación inesperada que provoca un recuerdo emotivo. No es que las doce uvas tengan un componente especialmente diferencial de un año al siguiente. La fábrica de recuerdos trabaja mejor fuera de temporada alta. 

A mi yo le gusta disfrutar de lo que puede, con quien puede y con quien tiene y ha elegido. Mi yo se pone en modo MasterChef y decide que será una comida de domingo en una mesa más bonita y que hará regalos que tiene ganas de hacer desde meses atrás, y que aprovechará para alargar las sobremesas que es algo que por aquí no siempre se puede hacer un día cualquiera. A mi yo le preocupa el otro, los otros que tiene enfrente nada más poner un pie en la calle o encender la televisión pero no le preocupan especialmente en el último mes del año. Le vale cualquiera para sentirse preocupado, es él así, de naturaleza sensible. 

Hay unos cuantos otros que indican que no son fechas sencillas, que tienen demasiada carga emocional y que a las personas que están delicadas les afecta de verdad para mal. Entonces mi yo se coloca frente a esos otros y comprende algo más. Pero sigue creyendo que entonces, los grandes almacenes a los que tanto culpan de la Navidad lo hicieron demasiado bien. Sus políticas de villancicos desde noviembre y papel de regalo de revista de decoración consiguieron hacer creer a muchos "‘yoes"’ que efectivamente estamos ante unos días especiales.

Comentarios