Opinión

Última carta a Eduardo

SE FUE EL lunes… el librero, el dibujante, el pintor, el poeta, el dramaturgo, el defensor de la utopía, el hijo de los días, el cajero de bancos… el hombre crítico que supo decir las verdades más duras de la forma más lúcida… con ese acento dulce uruguayo que todo lo llenaba de amistad. Con esa verdad por delante que le hizo tan auténtico, tan especial. El inventor del mar de fueguitos que se enciende con la gente que alumbra la vida… porque así fue él… pura luz dispuesta a cambiar el mundo.


Él siempre supo bien cómo hacerlo cuando tenía una mala noticia que darme. Eduardo era también un gran maestro para enfrentar las despedidas…. Hace diez años que nos conocimos en una mesa del Café Brasilero. Yo tenía casualmente un libro suyo en el bolso que me habían regalado aquella tarde y él llevaba puestas las ganas de hablar con una estudiante de periodismo española perdida en Montevideo con 19 años. Nos hicimos amigos, nunca tuvo tapujos ni secretos de profesión y compartió conmigo en mil tertulias las maravillas de lo que pensaba y escribía y… desde entonces, nunca consintió que después de verle me fuera seria al cruzar la calle… Eduardo siempre tuvo una broma, una ironía, una frase lúcida y ocurrente con la que alegrarme la vida. Nunca un correo electrónico tuvo un final triste…. Ni siquiera en el que me contó que había llegado a verle el maldito cáncer en el 2007, que se operaría en Barcelona así que tendríamos tiempo de maldecir juntos estas cosas de la vida… bromeaba diciendo que su mayor preocupación era que la quimioterapia matase también las células que le mantenían fiel a su equipo Nacional e incondicionalmente despierto ante las venas abiertas de su América Latina. Nada le preocupó más que despertarse de una anestesia siendo un hombre de derechas; nada le obsesionó más que ser feliz escuchando historias y analizando el mundo en sus paseos interminables por la Ciudad Vieja. Así es Eduardo… así era hasta el lunes… y así seguirá siendo… excelso, brillante, generoso en extremo, un espejo del mundo, divertido… un hombre mágico que viajaba siempre con una libreta diminuta en el bolsillo, para que no se le fuera ninguna idea con la que descubrirnos la vida.

''Recordar…. Del latín re-cordis. Volver a pasar por el corazón''

Cómo duele cuando se aleja alguien tan lleno de cosas por decir… alguien con tanto que dar pendiente, alguien tan generoso. Eduardo hacía que sus amigos fuéramos mejores personas, nos enseñaba a ser más de verdad y más grandes. ''Vivir es darse, y no hay regalo más grande que ese… Por eso dese entera desde la mañana hasta la noche, para que cuando se vaya a la otra vida se quede un trocito de usted en cada lucecita que haya pisado del planeta''. Hoy me gustaría haberle hablado menos y escucharle más, haber aprendido mucho más de él… de cada café, de cada mensaje. De su forma de convertir cada palabra en magia sobre el papel… Recuerdo hace algunos años, cuando le tocó escribirme la noticia del fallecimiento de un amigo común me decía… ''¿cómo te cuento lo que ha pasado, si el dolor que tengo que compartirte sólo se explica callando''. Eso me sucede hoy… que las palabras se me atrincheran en el silencio. Y echo de menos sus abrazos… ¡él siempre decía que son la mejor medicina para devolvernos la vida! Decía que un pensamiento que fabrica mentiras, que inventa celos, que provoca miedos es un mundo que fabrica hambre: hambre de pan, hambre de abrazos. ¡Los abrazos, que valiosos tus abrazos! Mi querido Eduardo, ojalá fueran ciertas tus palabras cuando decías que la muerte, a veces, también es mentira…


Mi compañero del Café Brasilero, mi cómplice cuando te he necesitado, mi contador de historias más querido, mi maestro siempre y mi gran amigo… Echaré siempre de menos tu forma irónica de reírte de lo malo… y de enfocar la vida con esa seriedad tan tuya que siempre arrancaba sonrisas. ¡Cuánto se aprende de cada detalle a tu lado, contigo leer la vida es mucho más sencilla! Echaré de menos tus mensajes y la promesa de que estabas puliendo siempre un último libro que, decías, tal vez me gustaría... Pensaré en ti en cada mundial de fútbol, con ese fanatismo loco que te llevaba a colgar un cartel en la puerta de tu casa para que nadie te molestase cuando empezaban a jugar. Recordaré tu forma tierna de hablar de Helena y de los tuyos, de recordar al viejo Morgan, de tararear a Serrat, de acariciar la cabeza de los niños que venían a saludarte... No olvidaré que la palabra ''política está tan manoseada que significa todo y no significa nada'', tu forma de aplicar el valor de la solidaridad… que se ejerce en horizontal y no de arriba abajo porque todos somos lo mismo… Recordaré que tenemos que escucharnos más porque ''para eso trae el hombre dos ojos, dos orejas y sólo una boca a este mundo''. Disfrutaré al decir la palabra cienes y intentaré siempre seguir siendo una ''estimaga'' para que mis utopías tengan sentido. Te tendré siempre a mi lado en los desengaños, recordando tu forma dulce de decirme… ''nada tenía de malo, y nada tenía de raro, que se te hubiera roto el corazón… de tanto usarlo''. Seré fiel a nuestras promesas… y a que recordar viene del latín re-cordis... que quiere decir ''volver a pasar por el corazón''.

Hace unas semanas, en tu último correo me escribiste que el tiempo… tu mejor amigo… era también tu peor enemigo esta vez. Y no supe darme cuenta de que te estabas despidiendo. Ni en mil vidas podría agradecerte suficiente todo lo que me has enseñado, Eduardo. Te quiero y te echo de menos cada día a mi lado, maestro. Te lo dije durante diez años... y siempre me faltará una próxima vez...

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