TRES VECES me emocioné viendo fútbol. Con los dos ‘iniestazos’, hace más de una década, y el domingo, con el segundo de un Messi que, pese a la encuesta de El Progreso, ya es el mejor de la historia. Como mucho, Pelé y Maradona podrían mirarle de tú a tú, en el difícil ejercicio de comparar jugadores no coetáneos.
Las lágrimas no brotarían si hubiese sido una victoria plácida. Pero no pudo haber más sufrimiento, más adrenalina y rabia acumulada por la suerte de la Francia más rácana. Un cóctel emocional que desembocó en un torrente de dopamina difícil de explicar. ¡Viva Argentina y los muchachos, carajo!
