Opinión

Juan Vidal Fraga

FUE A esa edad: llegó Juan Vidal y me rescató, porque yo soy de esos a los que hay que rescatar cuando miran muy fijamente el precipicio. Juan sin artificios, con pipa en mano y pelo exacerbado por motivos de supervivencia. Pensador y poeta de una época en transición. Bohemio en estado de éxtasis y frenético luchador ante las injusticias comunes que son las que más se nos cuelan bajo la cama.

Amigo que paseaba por A Verdura en busca de un no sé qué, que qué sé yo. Infatigable en sus palabras excelsas, hombre común que se sabía eterno, individuo perpetuo que se sentía pequeño, aunque enseguida se comparaba para renacer, cual acto de supervivencia, ya que en las otras personas está la mejor comparación, la mejor crítica posible, o simplemente la soledad compartida -es en las gentes donde procuramos la perfección, pese a que en nosotros sólo procuremos lo que mejor nos convenga-.

Pienso en Juan y recuerdo los sentimientos de una época que ya no volverá por mucho que la debata en mi foro interno o en las esquinas harapientas del destino



Pienso en Juan y recuerdo los sentimientos de una época que ya no volverá por mucho que la debata en mi foro interno o en las esquinas harapientas del destino. Pontevedra perdió a Juan así como el amante pierde su pasión a causa un amago de iniquidad que bien pudiéramos llamarla vida, o simplemente “paso del tiempo” que sin excusas nos llevará hacia la tumba y la falta de recuerdos.

Juan Vidal aseguraba que los adultos debiéramos volver a la escuela, regresar al aula, ya que un sinfín de asignaturas todavía se encontraban pendientes para muchos de nosotros. Pese a todo, Juan revive de vez en cuando de manera sutil, sin emblemas. Yo me ocupo de nombrarlo y de escribirlo, de parafrasearlo o de pensarlo, porque de alguna manera tenemos que homenajear al amigo caído, y qué mejor forma que adulándole cuando ya no está, cuando su respiración ha pasado de largo y sólo quedan los recuerdos o la espina dorsal que sostenía una amistad de años.

Juan sin sutilezas, filósofo del S. XX que decidió no doblegarse ante el escarnio del S. XXI. Autor ilustre que se buscaba a sí mismo. Hombre difícil, sagaz, observador, puramente humano. Aún hay noches en las que me cuesta dormir por motivos melancólicos o simplemente a causa de la indolencia. Ahí es cuando llega él, con su humo envolvente con sabor a tabaco deshilachado, y me expresa: “Creéis que me estoy chupando el dedo, pero sólo estoy pasando página”.

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