Opinión

Un almacén de sentimientos

Amalia Enríquez y Antonio Banderas
photo_camera Amalia Enríquez y Antonio Banderas

CUANDO tengo que hablar o escribir sobre él, siempre tengo la duda de llegar a su altura de generosidad, porque Antonio Banderas es lo que siempre ha escenificado conmigo desde el primer día que le conocí.

Accedí a él a través de su madre, Doña Ana, con la que llegué a tener una relación que recuerdo con inmenso cariño. Lo que empezaba siendo una conversación sobre sus hijos, se convirtió con el tiempo en un intercambio de emociones, anécdotas e, incluso, recetas de cocina. De hecho, el salmorejo que hago en casa es de su autoría, lo que me hace tenerla muy presente.

Con Antonio acumulo gestos de generosidad que no olvido porque, cuando empiezas en la profesión, no es fácil que un grande te dé siempre un sitio. Y él lo hizo. No olvido cuando, en Los Ángeles en la promoción de 'La máscara del Zorro', le plantó cara a su publicista para que pudiera almorzar con él después de una entrevista. O cuando, en Londres, consiguió 'burlar' con Anthony Hopkins a su equipo de prensa para darme unas declaraciones exclusivas. Después vinieron muchos detalles más que se alargan hasta el día de hoy.

A lo largo de mi andadura profesional, que ya empieza a ser larga, me he encontrado con poca gente más íntegra, honesta y leal que él. Hombre de palabra ante un compromiso, nunca decepciona. Todas sus entrevistas y discursos son siempre sensatos, atinados, certeros, sin evitar nunca la autocrítica e, incluso, posicionándose en temas delicados.

El ser tan auténtico y no conocer la vanidad, a pesar de que podía tener una diplomatura en ella por todos sus logros, es lo que le hace ser tan especial. Es quien de verdad le allanó el camino de Hollywood a los que llegaron más tarde y, aunque no le han regateado premios a sus valores, igual se merece alguno más que se le resiste.

Confieso, sin el más mínimo pudor, que es una de mis debilidades. Pudiendo vivir haciendo alarde de 'los tics de megaestrella' que suele proporcionar Hollywood, Antonio sigue siendo el de siempre: cercano, amable, natural, sin regatearte un halago y entendiendo el trabajo que nos corresponde ejecutar.

Sigue siendo el dueño absoluto de una de las miradas más hipnotizadoras de Hollywood. En la serena madurez, que está viviendo, aguanta el primer plano como si se hubiese quedado anclado, en esos veintipocos años, con los que deslumbró a todos desde la gran pantalla.

Acaba de estrenar la sesentena y, a estas alturas de la vida, Antonio Banderas no disimula la ilusión y el orgullo que le produce ser un actor de élite, pero su empeño está en cultivar un talento que, desde que cruzó el charco, no ha hecho más que crecer. Sin embargo, las luces no le deslumbran y, si tiene que estar en la retaguardia de los proyectos, no duda en vivir la experiencia desde el otro lado.

El aviso de su corazón le cambió las prioridades, pero tiene muy claro que a lo que no va a renunciar es a vivir. No olvida lo que le dijo aquella enfermera mayor, cuando estuvo ingresado."El corazón es un almacén de sentimientos y vas a pasar por diferentes estados emocionales". Así ha sido y en ese almacén no han dejado de entrar muchos afectos...

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