Opinión

Concha In Memoriam

EL OTRO día me decía una seguidora, de esas leales desde hace años, que nunca me olvido de las fechas en las que hay que recordar a alguien. Y procuro que sea así, porque uno deja de existir de verdad cuando dejas de acordarte de él. A la gente que quiero, que ya no está, la tengo presente siempre en mi vida. Es lo único que me queda cuando no puedo ya abrazarles.

Hay días que me gustaría no haber vivido, saltarlos en el calendario, no tener que recordarlos en un futuro y, sobre todo, no querer escribir nunca sobre ellos. El 10 de julio siempre ha sido una fecha estelar en mi calendario personal porque es santa Amalia (sí, también tenemos una beata con nuestro nombre) pero, a partir de ahora, compartiré esa alegría con una considerable dosis de tristeza al recordar el adiós de una amiga. Por y para siempre, este día me unirá a Concha García Campoy. Su recuerdo, dignidad y espíritu de lucha son ya el ADN de nuestra amistad.

Recuerdo el último día que nos vimos. Fue en Madrid, unas pocas semanas antes de su fallecimiento, en la presentación de una producción de Andrés Vicente Gómez, su pareja desde hacía muchos años. Un hombre de cine, luchador y peleón, que ha vivido el doble infortunio de perder a las dos mujeres de su vida en sendas dolorosas enfermedades. Concha, con esa sonrisa tan suya, limpia y sincera, estaba al lado de su compañerode viaje vital. No tuvo ni un momento de debilidad, aunque el cáncer ya le había consumido bastante y había superado su primer trasplante de médula.

¡Era tan distinta al resto de los compañeros de profesión! No conocía la envidia, halagaba con efusividad

Con su ternura habitual, me dio las gracias por los mensajes y conversaciones que habíamos tenido en esos meses de dura travesía. Hablamos de cine, una pasión conjunta, y quedamos en irnos un día a comer, cuando tuviese más fuerza, y "en hacer una entrevista para tu blog, que ya sabes que sigo y me encanta". Escuchar eso de alguien a quien admiras y que es un espejo en el que siempre he procurado mirarme, fue una inyección de autoestima que aún me emociona ahora al recordarlo.

¡Era tan distinta al resto de los compañeros de profesión! No conocía la envidia, halagaba con efusividad el trabajo de los compañeros, tendía su mano con generosidad y nunca te negaba una entrevista "aunque me siento mejor preguntando que respondiendo. Somos compañeras y no me acostumbro a esto", me dijo más de una vez.

Admiré siempre su naturalidad y, sobre todo, su espíritu de lucha. Nunca se vendió al mejor postor y, tanto en la vida como en la profesión, fue el fiel reflejo de la dignidad. No me hago a la idea, aún escribiendo sobre ello, que sigue siendo la protagonista de algunas noticias porque se ha ido hace dos años. Ya no coincidiremos en ningún pasillo de una cadena de TV, ni responderá mis llamadas para poder entrevistarla o, simplemente, charlar. Estoy convencida que, allá donde esté, organizará con frecuencia una de esas tertulias críticas y, al mismo tiempo, mesuradas que eran su especialidad. Como decía aquel "espérame en el cielo", querida Concha.

@amalia_enriquez

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