Opinión

Eterno Redford

Robert Redford. EP
photo_camera Robert Redford. EP

Dijo que lo haría y ha cumplido con su palabra.Se retira y, a quienes le admiramos, solo nos consuela saber que, detrás de la cámara, aún queda esperanza.

Ni un rostro plagado de surcos y arrugas, que reflejan una vida repleta de experiencias, evita que los ojos azules de Redford eclipsen todo lo que ocurre a su alrededor. En el pasado festival de Venecia, el eterno seductor no dejó de sonreír y de mostrarse amable y cercano con una prensa, que le ovacionó como la gran estrella que es.

Le ha costado mucho tiempo demostrar que, detrás de ese atractivo físico, se escondía un hombre con talento. Los años no han desdibujado su perfil de galán y "se ha ganado a pulso" su categoría de leyenda.

Presume de solitario y su aura misteriosa le delata. Ha cumplido ya los 81, algo que no parece asustar al hombre al que mejor le sientan los vaqueros del planeta. "Te acepto el cumplido", me dijo, "a mi edad es a lo poco que puedo aspirar. Si me preocupara por mi aspecto, haría algo con mi pelo. Cada día está más canoso. De pequeño llamaba la atención por lo horrible que era. Pecoso y pelirrojo. Mi color era motivo de mofa por parte de mis amigos, pero nunca me importó".

Lo de la estética es algo que no le quita el sueño. "Cada arruga de mi cara es mi agenda, mis señas de identidad. No me obsesiona estar atractivo hasta el final de mis días. Cuando transforme mi físico por un antojo, habré atacado frontalmente mi dignidad".

Escuchándole hablar, de manera tranquila y pausada, resulta casi impensable creer lo que cuenta sobre su carácter conflictivo y rebelde. "Era un trasto difícil de controlar. Mi infancia fue la de un chico muy díscolo. Siempre estaba envuelto en peleas, disfrutaba destrozando coches y pegándole tiros a los pájaros. Yo apuntaba para holgazán (risas). Era muy vago, iba vagabundeando de un sitio a otro y lo único que hacía era meterme en líos. Devoraba la vida y quemaba etapas sin medida. Estuve muy perdido, no sabía cuál era mi lugar y lo único que quería era vivir al límite. En más de una ocasión me lancé al abismo. Con tan sólo 19 o 20 años bebía muchísimo, lo probaba todo, me gustaba llegar al final de todo para saber qué pasaba "y apuré demasiado los riesgos".

Los años, las vivencias y la experiencia hicieron de él un hombre sensato y ambicioso en el talento. Reconoce que ha perdido el ánimo muchas veces, pero que ha sabido sobreponerse. "Soy un buen deportista, así que estoy acostumbrado a competir, por eso nunca me he dejado vencer por el desánimo. He sobrevivido a todo".

Nunca me había atrevido a decirle, desde el respeto que otorga la madurez, que, desde hace mucho tiempo, es uno de los hombres de mi vida. Ese día lo hice. Lejos de tomarme por loca, sonrió abiertamente y me regaló dos inesperados besos. "Encontrarás a alguien que bese mejor que yo y me quitará el puesto", me dijo con un abrazo de despedida. Y, por un momento, me sentí Karen Blixen en su granja de Africa, a los pies de las colinas de Ngong...

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