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Mujer contra mujer

¡Qué te juegas!. DP
photo_camera ¡Qué te juegas!. DP

POR MUCHO que una lo intente, es muy difícil abstraerse a todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor en los últimos meses. Los ataques sexuales, no solo a mujeres sino también a niños por parte de sus propios compañeros, la violencia extrema de grupos contra todo el que se le pone por delante, los ataques homófobos de quienes no entienden la tolerancia y, sobre todo, los abusos de poder de aquellos que lo ejercen ante la debilidad posicional del contrario, el temor a perder un trabajo o que les paralicen una carrera a punto de despuntar.

Las denuncias de las actrices de Hollywood han activado toda una serie de actos de valentía, por parte de otras en similares situaciones en todo el mundo, que han visto que los años de silencio no han hecho más que agrandar la herida anímica y psicológica que anidaba en su vida.

Nunca he pasado por algo así, por lo que no me puedo poner en su lugar e imaginar cómo habría reaccionado. A lo máximo que he llegado es a sufrir “maltrato psicológico” que, para el caso, es similar con la diferencia que no es una agresión que afecte a tu físico, sino a tu mente. Y, curiosamente, lo sufrí por parte de mujeres que, como reza la leyenda, suelen ser peores en el trato con respecto a su mismo sexo. Un “mujer contra mujer”, pero no como lo cantaba Mecano.

Cuando he hablado de esto y algunas de las que estaban en esa etapa se han cerciorado de que podría tratarse de lo mismo, me han recriminado el que lo comentara porque no era verdad. Generalmente, el que ejecuta ese poder no suele darse cuenta o prefiere no ser consciente de ello, porque la ambición suele anular el cargo de conciencia.

Siempre he pensado que tener que reivindicar algo de una manera obvia y constante es, a todas luces, una tristeza, porque indica que algo no funciona. Por desgracia, es la única medida manifiesta que nos queda para que, en el caso de las mujeres, nos den nuestro sitio. Y hacerlo, de manera inteligente, es una lección para aquellos seres anclados en la prehistoria de las relaciones humanas.

Hace dos semanas terminó en Madrid el rodaje de ¡Qué te juegas!, una película hecha por mujeres y para todos los sexos. La historia nace después de una conversación de la autora de la idea original y una de las productoras, con su abuelo. “Ya no se hacen películas de amor y lujo, como las de antes”, le dijo. Y ella decidió ponerse a escribir.

A lo largo del proceso de gestión de la producción fueron encajando todas las piezas y, sin pretenderlo, ¡Qué te juegas! se convirtió en una aventura de mujeres: tres productoras (completadas por un hombre), directora y dos actrices, que ocupan el lugar protagónico que suele estar reservado a los hombres. Ellos también tienen su lugar, ni delante ni detrás, al lado. Y, como me dijo un día Bárbara Lennie, “las mujeres cuidamos mejor a los hombres que ellos a nosotras en los rodajes”. Un plus de generosidad más a nuestro favor.
 

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