Opinión

Por siempre "Divina"

CADA 23 de julio, desde hace 11 años, es un día triste para mí. Melancólico, de recuerdos que vuelven, de vivencias y de muchas risas también. No me olvido de una llamada de teléfono que me comunicaba la muerte de una amiga. Carmen Ordóñez nos había dejado en el silencio de la madrugada, pero con un revuelo mediático que no le habría gustado.

Yo estaba, en aquel momento, trabajando en el programa Ahora de A3. Sólo recuerdo que me quedé bloqueada, sin capacidad de reacción, como noqueada…pero con un hilo de fuerza para levantar el teléfono y llamar a Belén Ordóñez. Me cogió el teléfono al instante. Se lo acababan de notificar e iba en el taxi en dirección a la casa de Carmen. No le salían las lágrimas y sólo acertó a decirme: «Anoche hablamos de ti. Hoy iba a llamarte Carmuca (como la llamaban familiarmente) para que organizases un viaje a Disney. Ya no podrá ser ¡No sé lo que ha pasado, Amalia! Qué desgracia!» Al colgar con ella  llamé a Lolita. Estaba rodando una serie y, por fortuna, tenía el móvil apagado. La gente de su entorno se había encargado de que nada le llegara hasta que terminase de rodar. Fue tarea complicada pero, hasta la noche, conseguimos entre todos que nada supiera. Lo que vino después ya os lo podeis imaginar. Carmen y Lolita eran hermanas, no de sangre pero sí de sentimiento, de corazón, de alma. Y eso, a veces, une más que lo que corre por las venas.

Con Carmen y sus hijos viví momentos estupendos y son los que me gusta recordar

Con Carmen y sus hijos viví momentos estupendos y son los que me gusta recordar. Aún es hoy el día en el que recuerdo con sus hijos los viajes a Marrakech, los paseos en camello, los días en el hotel La Mamounia. Recuerdo cuando, en el primero de esos viajes, Fran (que sólo tenía 12 años) metió una muleta de torear en la maleta. Carmen se quedó helada, no sabía que «su niño» estaba pensando en seguir la profesión de su padre. «¡Que va a ser torero, tremenda»! ( era como me llamaba a mí, porque decía que era incapaz de no decir las cosas a la cara, por muy duras que fueran). Y fue torero, al igual que el tímido Cayetano, que llegó a los ruedos después de estudiar Imagen y Comunicación Audiovisual en Estados Unidos y trabajar en T5 detrás de las cámaras.

Estaba orgullosa de sus tres hijos. Los adoraba. Su dedicación, entrega y amor hacia ellos estaba por encima de cualquier leyenda urbana. Y ellos siempre vieron «por los ojos de su madre». Siempre fueron una piña, incluso en los momentos de adversidad. En parte porque Fran se ocupó de ello. Siempre mantendré que es el gran desconocido de esa familia. Su categoría humana, su bondad, su sentido de la familia y su generosidad no son suficientemente ponderados por el gran público, que tienen de él una imagen muy distorsionada. Era el «ojito derecho» de su madre por muchas cosas que se quedarán en la privacidad de nuestra amistad, pero la vida -que, a veces, es justa- le tiene que dar su recompensa. Mientras tanto, la sigue añorando en silencio cada día. Como todos los que, por encima de todo, la queríamos.

@amalia_enriquez

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