Opinión

Recoger lo sembrado

No tengo visualizado en mi memoria ese primer cruce de miradas, cuando nos conocimos. Suele ocurrirme cuando tengo que situar a alguien, que ya forma parte de mi entorno más cercano desde hace tiempo. Sí recuerdo, sin embargo, con nitidez la primera entrevista que le hice. Me citó en un café castizo, en la zona de Ópera en Madrid. Nos sentamos en una pequeña mesa redonda, al lado de la ventana, que nos dejaba ver el trasiego de gente en ese sábado por la mañana. Porque era sábado, de eso sí me acuerdo.

Iván Sánchez, en aquel momento, se dedicaba a la moda. No había llegado aún a la cima de la que luego disfrutó, pero sí ya tenía un nombre en el mundo de la publicidad y la pasarela. Era la generación de los "top models", que abrieron el camino a los que vinieron después y que, no se sabe por qué capricho del destino, ocuparon más páginas en los medios que ellos. Con todo eso, no pasaba desapercibido, tal vez no tanto por su poder mediático, sino por la fuerza de su físico.

Siempre le he dicho que es un madrileño con solera. Detrás de ese físico de infarto, se esconde un hombre un hombre cauteloso y con talento, que lleva a cuestas una fama de la que él parece no darse cuenta. Nunca fue consciente que con su físico tenía mucho ganado, pero ahí empezó su camino a la fama.

"La verdad es que jamás reparé en que tenía un físico rentable", me suele decir acompañando la confidencia con esa carcajada tan suya. "Yo envidio a la gente que tiene claro lo que quiere ser desde pequeño. La verdad es que nunca supe lo que quería hacer con mi vida. Sólo me «ponía las pilas" cuando me veía en las últimas y tenía que decidir".2

El deporte lo era todo para él. Salía del colegio y se iba disparado para el polideportivo. Siempre estaba allí. Hasta los 14 años, esa fue su vida. No tenía ni idea de lo que pasaba a su alrededor. Le fascinaba el deporte, todo tipo de deporte. Pero el destino, que a veces hace bien las cosas, no le tenía preparado un futuro entre colchonetas y camas elásticas.

"Yo sabía que la vida me tenía reservada esta sorpresa. Desde el momento, en el que descubrí la magia del teatro, supe que iba a cambiar mi vida. Mi etapa de modelo me sirvió para sanear mi economía, recorrer mundo, aprender idiomas y madurar, pero actuar es mi vida, lo que amo de verdad, lo que siento que me llena".

Tuvo que superar el examen de una profesión, que no siempre ha encajado bien el que profesionales ajenos a la interpretación se dedicaran a ella. Pero, con calma, esfuerzo, trabajo y talante, Iván pasó la prueba de fuego. Se hizo popular en "Hospital central" y, un día, decidió cruzar el charco y probar fortuna. Hoy es una estrella en la América latina, sobre todo en México, donde se pierde siempre que puede.

Los premios han empezado a llegar a sus vitrinas. El galardón al mejor actor por "Isaac" es la evidente prueba del reconocimiento. En un año aciago en muchos aspectos, Iván empieza a recoger lo sembrado.

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