Opinión

Marín, Carmen la ciega de Cruceiros

TOMANDO fuente un trabajo realizado por José González Santiago (Valente) bajo el titulo Del viejo carné de mi abuelo, en el que relata breves historias de aconteceres y personajes de Cantodarea traigo hoy a lectura la breve historia de la señora Carmen, la ciega de la rúa dos Cruceiros.

En el Marín de principios de siglo los pobladores del barrio pesquero de Cantodarea, nacido al pie del mar, estaban distribuidos por lugares cuyos topónimos atendían a las peculiaridades que los definían: Outeiro, Regueiriño, Pedreiras, Cruceiros; esta última así llamada por la existencia de un número cruceiros coincidente con las estaciones del Vía Crucis. El principal de estos cruceiros estaba en el centro del lugar y en una vivienda existente en sus inmediaciones vivía la señora Carmen, una mujer ciega a la que el vecindario respetaba mucho, y que a pesar de su ceguera se dedicaba a coser las redes de los pescadores. La señora Carmen era además una apasionada por los niños que correteaban por aquellas callejuelas y era tanto el amor que sentía por ellos que se preocupaba de que no faltasen al colegio y de su educación. Tanto era así que ante la falta de tiempo por atenderlos, los padres (las mujeres trabajaban en la lonja y los hombres en la pesca) le encomendaban el cuidado de sus hijos.

"Era como el Angel de la Guarda y todos le guardaban respeto y admiración". Son muchas las anécdotas que cuenta Valente en la historia de la señora Carmen, la ciega de Cruceiros como se le conocía.

Pero lo más importante de esta mujer era la labor que realizaba con aquellos niños de la calle desvelándose por darles la educación que muchas veces sus padres por sus ocupaciones no les daban. Se esforzaba en inculcarles buen comportamiento. "Mientras no tuvimos uso de razón fuimos para ella la preocupación de su vida. Su resignación como ciega y su cariño por todos los chiquillos era en ella tal que creo que se murió acordándose de todos aquellos niños que sentados ante el cruceiro habíamos escuchado sus rezos, sus cuentos y sus consejos de los que tan favorecidos habíamos sido todos", afirma González Santiago.

Fueron varias las generaciones de niños por los que la ciega de Cruceiros se sacrificó hasta que estos se convirtieron en mozos y fueron abandonando la calle para ayudar a sus padres en la pesca. Al mismo tiempo la señora Carmen iba envejeciendo. Murió a una edad muy avanzada sin que ninguna otra persona demostrara tanta vocación a tan generosa obra. Dice Valente que nadie de aquellos rapaces siendo ya hombres supo agradecer la atención recibida.

Hoy la ciega de Cruceiros es un recuerdo en Cantodarea, aunque a pesar de intentarlo no hemos localizado a nadie que nos pudiese dar una pista de algún familiar. Sirva este relato como tributo por el buen hacer de la señora Carmen, la ciega de Cruceiros.

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