Opinión

Marín, el puerto y ‘la Celulosa’

A MEDIDA QUE se acerca 2018 se acrecienta el debate político-mediático sobre el destino que le espera a la pastera de Lourizán tras el vencimiento en el citado año de la concesión de los terrenos sobre los que se asienta la fábrica de ENCE. Los argumentos a los que asistimos estos días, algunos lejos de lo que sus autores sostenían años atrás, van perfilando las posturas de los partidos del ‘sí’ a la permanencia de ‘la Celulosa’ (PP), los del ‘non’ (BNG) y los del ‘nin sí nin non, sinon todo o contrario’, su inviable traslado (PSOE).

El debate también ha llegado a Marín donde al igual que en la capital y otros municipios de la Ría su población está dividida entre el sí y el no, unos defienden los puestos de trabajo que se perderían y otros apuestan por la mejora del medio ambiente. Yo no voy a entrar en discusión en el tema pues creo que a estas alturas ya está todo dicho, y unos -los pro- y otros -los anti- tiene perfectamente claro lo que quieren, excepto pararme a reflexionar en un tema -el riesgo que corre el Puerto de Marín- del que poco se argumenta a la hora de oponerse a ‘la Celulosa’.

Las consecuencias para el ente portuario y todo lo que para su expansión representa la pastera, laboral y empresarialmente hablando, sería muy graves, y no es baladí decirlo, y para ello me remito a estadísticas. A grandes rasgos, los datos más importantes son que casi la mitad (42%) de la mercancía general que sale por el Puerto de Marín es pasta de ‘la Celulosa’ que a su vez supone el movimiento de dos o tres barcos semanalmente en cuyas operaciones de carga participan cerca de una veintena (17) de camiones durante toda una jornada. Y a esto habría que sumarle la parte de maquinaria para la fábrica que llegan por mar. Estas cifras constatan, y no es hablar por hablar, que con la desaparición de la fábrica se destruirían los numerosos puestos de trabajo -directos e indirectos- que se emplean en las operaciones portuarias descritas lo que unido a la destrucción de la plantilla de personal de la fábrica y toda la mano de obra que alrededor de ésta se mueve (leáse empresas auxiliares) causaría un caos laboral de preocupantes consecuencias para centenares de familias.

Una vez lo dicho no puedo quedarme sin dar una opinión respecto a si estoy o no favor de que ENCE siga entre nosotros. Mi parecer es que la prorroga de permanencia de la pastera en Lourizán no debería consentirse sin que la empresa siga apostando en sus planes de inversiones por ampliar y mejorar aún más las soluciones no contaminantes en sus instalaciones y las ejecute a corto a plazo. Y es que tan importante es la protección del medioambiente como importante es la no destrucción de empleo. Es una cuestión de equilibrio.

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