Opinión

Enfermos de separatismo

Erupción de emociones en la capital de la UE, en dulce amontonamiento con la ultraderecha europea y otras malas yerbas del nacionalismo. Me remito a la síntesis informativa de un diario madrileño de difusión nacional: “El separatismo pasea su odio a España por las calles de Bruselas”. Es el síndrome del enemigo común. Una vez configurado, no es cosa de ponerse a razonar con argumentos alternativos. Mejor quedarse en la España franquista y el Estado represor.

Viendo las imágenes de la manifestación del jueves pensé que a los separatistas recalcitrantes les ocurre como a los alcohólicos. Han de admitir el mal que les aqueja como principio de curación. Y el mal en este caso es el fracaso de esa absurda pretensión de ruptura con España, que no ha traído más que desgracias a Cataluña.

Algunos no solamente no lo asumen sino que persisten en el desvarío. Hasta el punto de percibir como un éxito, a su lado de la barricada, la reciente retirada de la orden de detención y entrega dictada contra Puigdemont, el ex presidente de la Generalitat, y cuatro de sus exconsejeros.

Lo ven como un paso atrás de España. Es justo al revés. Una mala noticia para ellos. Desde el punto de vista del Gobierno Rajoy, ha quedado desactivada una bomba que estaba a punto de estallar: la posibilidad de que Bélgica pusiera condiciones a una eventual entrega a la Justicia espñola de los cinco de la fuga. Hubiera sido un problema de difícil solución el enjuiciamiento por rebelión a los que dieron la cara y no a los fugados.

Pero con la renuncia a la euroorden, Puigdemont recupera la libertad de movimientos fuera de España y eso le debilita, porque a partir de ahora van a ser vistos bajo otra luz. Sobre todo entre los suyos. En las últimas horas se han multiplicado las señales de que entre sus antiguos aliados de ERC crece la desconfianza respecto a la “campaña” de Puigdemont.

Es lógico. No puede olvidarse que los antiguos socios son ahora competidores en el bloque independentista. Junqueras se ha dado cuenta de que al expresident juega con ventaja y rentabiliza al máximo su espantada. Se lo hemos oído decir a Romeva (ERC), mientras que Mundó, otro de sus compañeros recientemente excarcelados, ya no se cuida de culpar a Puigdemont por no haber convocado elecciones cuando pudo hacerlo, a tiempo aun de haber evitado la aplicación del 155.

Por otra parte, la retirada de la euroorden deja al expresident en el andamio de su mesianismo pero sin escalera. Respecto a sus planes ante las elecciones del 21D, a las que opta como aspirante a repetir en la presidencia de la Generalitat, le sale al paso el articulo 23 del Reglamento, que le obliga a presentarse en España si quiere adquirir la condición plena de diputado.

Eso deja a los cinco de la fuga ante un dilema: cárcel o destierro.

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