Opinión

Moral de victoria

OPTIMISMO QUE no falte. Y si sobra, mucho mejor. Dicho sea en honor del esforzado voluntarismo de Fernando Simón, el chico de la curva, que sigue viendo la botella medio llena ante el récord de muertes comunicado este viernes: 769 en las últimas veinticuatro horas. Esa es la mala noticia. Ahora, la buena: son muchos más los curados (9.357) que los fallecidos (4.858) en el recuento total de notificados.

Si además ponemos en valor que el porcentaje de ingresados en unidades de cuidados intensivos (Uci) se va desacelerando (respecto al viernes pasado, un 13%), procede el alineamiento con el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, en la esperanza de un ya cercano acercamiento al pico de la maldita curva de la pandemia.

Moral de victoria. Esa ha de ser la aproximación al diario parte de guerra. Con referencias positivas respecto al plasma de los supervivientes, que es lo último en materia de lucha contra el patógeno (transfusiones de sangre de personas que han superado el contagio) y a los esfuerzos de laboratorios chinos y norteamericanos por encontrar y experimentar cuanto antes la soñada vacuna.

Las referencias negativas deprimen, minan la moral y contagian la parte más irracional del miedo. No solo las referencias sanitarias. También las tentaciones políticas de aprovechar la coyuntura para desgastar al Gobierno. Empezando por la dicotómica conducta del primer partido de la oposición (PP). Apoya al Gobierno en el plano oficial y lo apedrea sin duelo en el plano real.

Esa impresión nos dejó Pablo Casado en su cruce parlamentario del miércoles pasado con Pedro Sánchez, en la sesión destinada a autorizar la prórroga del estado de alarma hasta el próximo 11 de abril. Su intervención es tan difícil de entender como la conducta de ERC, un aliado oficial de Moncloa que se desmarcó del Gobierno (abstención) a la hora de votar.

La vieja distinción orteguiana entre la España oficial y la España real se despereza en nuestra memoria colectiva y vuelve a planear sobre el escenario creado por la guerra contra el coronavirus. No solo a escala nacional. También a escala europea.

Me explico. La Europa oficial se mira el ombligo del mandato cosido al sustantivo: unión. Pero la Europa real lo desmiente con la prevalencia de intereses nacionales. O de bloques. Norte contra sur, una vez más. Se está viendo en la crisis de los coronabonos (deuda, avales y riesgos comunes), rechazados por Alemania y otros socios del norte que se niegan a mutualizar el problema, ignorando que el virus no entiende de techos de gasto, umbrales de déficit y equilibrios fiscales.

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