Opinión

Zarzuela está funcionando perEl emérito nos visita

La parte socialista del Ejecutivo está haciendo muchas cosas mal. Pero esta la está haciendo bien, desde el respeto a la Jefatura del Estado

Pedradas contra el PSOE por cuenta de la visita de don Juan Carlos de Borbón, tras casi dos años de alejamiento. Desde la derecha, por indolente. Desde la izquierda por complaciente, todos le acusan a Sánchez de ponerse de perfil. No estoy de acuerdo.

Como partido de Estado, el PSOE se instala en un respaldo explícito al rey Felipe VI y a la institución monárquica como elementos de estabilidad del sistema. Un sistema más en peligro por las amistades peligrosas de Sánchez que por tener a un rey en el vértice de la pirámide del Estado.

La posición socialista celebra el buen trabajo de quien es rey, sin ensañarse afeando la conducta del que lo fue. Eso no excluye la justa reprobación del emérito, al que se piden explicaciones. Por respeto a los ciudadanos. Como una exigencia ética, pues la judicial ha decaído.

La parte socialista del Ejecutivo está haciendo muchas cosas mal. Pero esta la está haciendo bien, desde el respeto a la Jefatura del Estado. Crítico con el emérito, pero respetuoso con la Constitución. Eso le distancia de la otra parte del Gobierno y sus costaleros parlamentarios, en cuyas filas piensan que ponerse estupendos apedreando al Rey y a la Monarquía les hace más demócratas o más de izquierdas.

Véase a Joan Baldoví ("Compromís"), que se siente compungido por la vergüenza ajena que le da lo del rey emérito. O a Echenique (Podemos), anunciando que cada día está más cerca el advenimiento de la República. Dos formas de hacer el ridículo por cuenta de debates absurdos que apestan a naftalina.

Me parece que hay que tomarse el asunto con más calma. La conexión de Moncloa con Zarzuela está funcionando perfectamente respecto a las condiciones impuestas a don Juan Carlos para que pueda disfrutar de ocasionales viajes a España, empezando por su inminente fin de semana en Galicia.

Básicamente son tres las limitaciones. Una, abstenerse de vivir en el Palacio de la Zarzuela, que es la residencia oficial de la Familia Real (a efectos presupuestarios y, por supuesto, de representación institucional), a la que ya no pertenece don Juan Carlos. Dos, evitar al máximo su exposición pública (lo que no puede evitar el emérito es el aluvión de cámaras que se prepara para viajar a Sanxenxo este fin de semana). Y tres, no ejercer en ningún caso labores de representación del Estado, la Corona o la Familia Real.

Todo eso es compatible con la doctrina marcada por los responsables de la Casa del Rey (y del propio Rey, que es el responsable máximo), desde que el hijo, con la conformidad del Gobierno, señaló al padre el camino del alejamiento. A saber: los intereses de la Corona están por encima de los intereses o las preferencias del rey emérito.

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