Opinión

¿Hay futuro en el mundo del trabajo?

Tal vez una de las mayores transformaciones sociales de ámbito mundial a la que estamos asistiendo tenga que ver con el mundo del trabajo. La reducción progresiva de la jornada laboral, las propuestas del reparto del trabajo como un bien cada vez más escaso, las jubilaciones a edades cada vez más tempranas, el trabajo a tiempo parcial, los contratos de trabajo cada vez más precarios, la incorporación de la mujer al mundo laboral, son fenómenos que coinciden en nuestros días con grandes movimientos de inmigración desde países pobres a países desarrollados.

Ya a comienzos del S. XX, M. Weber llegaba a la desencantada conclusión de que la racionalización de la vida bajo el ideal de la profesión culminaría en la irracionalidad del trabajo como fin en sí mismo, con independencia de ningún otro objetivo.

Bajo las condiciones del nuevo capitalismo y en las nuevas circunstancias del trabajo flexible, vivimos una situación completamente nueva en la que el trabajo parece no vertebrar ya nuestra personalidad y tal vez estemos cada vez más cerca de los especialistas sin espíritu y hedonistas sin corazón profetizado por M. Weber, con lo que, el ideal de la realización personal por el trabajo aparezca hoy como un bien cada vez más escaso.

Y es que, la concepción actual del trabajo ha cambiado radicalmente: en lugar de una rutina estable a lo largo de la vida laboral, de una carrera predecible dentro de una empresa a la que se era leal a cambio de un empleo estable, los trabajadores se enfrentan ahora a un mercado laboral flexible, discontinuo, con empresas estructuralmente dinámicas, con imprevisible reajuste de plantillas y exigencias de movilidad absoluta. Vivimos actualmente en un ámbito laboral nuevo sometidos a la precariedad y a la eventualidad, a proyectos a corto plazo en los que el futuro estable desaparece de la vista.

En la sociedad occidental en la que “somos lo que hacemos” y el trabajo ha sido considerado como un medio fundamental para la conformación del carácter y la constitución de nuestra identidad, el nuevo escenario laboral está contribuyendo a destruir las nociones de estabilidad, permanencia, confianza en los otros, integridad y compromiso que hacía que incluso el trabajo más rutinario fuera un elemento organizador fundamental en la vida de los individuos, y, consiguientemente, de su inserción en la sociedad.

Esta transformación de la inseguridad creciente experimentada por los trabajadores está haciendo que sea imposible para muchos alcanzar una identidad moral, y está también afectando a la escuela y a la universidad como base de muchas actitudes de rechazo a los contenidos de la educación por parte de los jóvenes.

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