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La Galicia atrapada en O Padornelo

En el puerto de salida del sur de Galicia se cruza la reedición ferroviaria del retraso de las autovías con el símbolo del bloqueo al que el PP de España somete a Feijóo tras su éxito

EN ABRIL, en una visita sobre el terreno, el ministro de Fomento, el ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Íñigo de la Serna descubrió el puerto de O Padornelo. Sucedió cuando aludió a "las enormes dificultades" de este tramo para así justificar el enésimo retraso del proyecto de alta velocidad entre Galicia y Madrid, ahora previsto para 2020. 

El hallazgo fue cualquier cosa menos original y no sólo porque O Padornelo ya estuviese donde está cuando José María Aznar anunció en 2003 en el Consejo de Ministros de María Pita que el Ave gallego circularía en 2010. Antes que Íñigo de la Serna hubo un ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, que hizo otro descubrimiento extraordinario, el del puerto de Pedrafita, a cuyas dificultades orográficas se agarró para explicar los reiterados incumplimientos en el calendario de la finalización de la autovía del Noroeste, como si las características de esa montaña de embrujadora belleza no figurasen en los mapas del ministerio cuando se establecieron los plazos de las obras. 

A la ministra Magdalena Álvarez,aquella socialista andaluza oriunda de O Courel, no le hacía falta emular a Roald Amundsen pues, con su oratoria por momentos tabernaria, podía despachar los fracasos del calendario de obras refiriéndose al Plan Galicia en términos escatológicos. Ahora Feijóo la añora. El miércoles le preguntó al portavoz del PSdeG, Xoaquín Fernández Leiceaga, si, tras recuperar a Pedro Sánchez, hay alguna posibilidad de que el PSOE haga lo mismo con Magdalena Álvarez. 

Quizá esa nostalgia presidencial se deba a que para él sería mucho más sencillo echarle la culpa a la socialista andaluza de O Courel que a su compañero del PP de Cantabria, aunque no vaya a ser que esté insinuando que a este paso va a dar igual que ocupe el cargo Álvarez o De la Serna. 

El debate del retraso del Ave tiene la misma estructura circular que el de las autovías, pues el PP y el PSOE gallegos se van intercambiando los roles de fustigador y de defensor de lo indefendible, sin que la relevancia aritmética que el BNG tuvo en el Congreso en algunos momentos del Gobierno de Zapatero sirviese para romper ese cansino dibujo. Las promesas que arrancó el Bloque para extender el eje atlántico ferroviario a Ferrol quedaron en nada. Y ahí, en la vetustas vías ferrolanas y lucenses, reside el problema, porque mientras la prioridad política fue la terminación de las autovías, el tren quedó olvidado, como ocurre ahora con todo lo que no sea el Ave de Madrid, a pesar de que para el desarrollo de Galicia pueda ser potencialmente más beneficioso modernizar por fin la red interior. 

La política de infraestructuras está atada al Ave de O Padornelo, pese a que ya se ha comprobado que el tren de alta velocidad no es la locomotora que fecunda la tierra y despierta a los hombres a la que cantó el poeta Curros Enríquez en el siglo XIX. 

Y hay otra dimensión por la que la política gallega permanece atrapada en O Padornelo, la del futuro del presidente de la Xunta. Su éxito de las autonómicas con una campaña que el PP personalizó en él de forma nunca vista resultó determinante para desbloquear la investidura de Rajoy, pero también desató en la Moncloa y la calle Génova el miedo al desembarco del de Os Peares. Así en el congreso del PP de España, en vez de reconocerle los méritos, casi lo trataron como a Ceniceros, el presidente riojano. La gran cuestión reside en qué medida este miedo ante Feijóo condiciona las decisiones del Gobierno central sobre Galicia, así como qué va a ocurrir en la nueva fase de turbulencias que afronta Rajoy, con Sánchez enfrente, y teniendo que ir a la Audiencia Nacional como testigo y a la comisión de investigación de la financiación del PP.


Baltar II salvó su baronía pero mostró su vulnerabilidad
Había miedo en el baltarismo ante la posibilidad de que la jueza que instruía el caso del escándalo sexual abriese juicio oral contra Baltar II, lo que, como mínimo, provocaría su caída como líder del PP en la provincia y dejaría el campo libre al alcalde Jesús Vázquez, fiel a Feijóo. Con el archivo de la causa por presuntamente ofrecer un trabajo a cambio de sexo Baltar II se salva.



El futuro del PSdeG está en manos de Formoso
Sin contar los arrases de más del 80% del PSC, un partido confederado, las victorias provinciales más aplastantes de Sánchez el domingo pasado en el PSOE fueron las de Cantabria y Baleares, con el 71% de los votos, seguidas por las de Navarra y A Coruña, con el 70%, así como de la de Lugo, con el 69%. El dato coruñés resulta revelador pues constituye la mayor prueba de la implicación a favor de Pedro del barón socialista de la provincia, Valentín González Formoso, alcalde de As Pontes y presidente de la Diputación de A Coruña, ese poderoso cacicato de nuevo en poder del PSdeG. 

Mientras su hombre en el aparato del partido, el alcalde de Culleredo, Julio Sacristán, se implicaba activamente desde el principio en el apoyo a Sánchez, Formoso se mantuvo neutral en público, lo que en origen podía tener que ver con la jugada a dos bandas, entre Pedro y Patxi, que mantuvo un tiempo el antiguo sector de Gómez Besteiro, en la línea tradicional del exsecretario general del PSdeG de moverse entre varias aguas.

Pero cuando ya en la recogida de avales se produjo la inevitable polarización entre Susana y Pedro y todo el poder del PSOE coruñés se inclinó hacia el segundo, el no alineamiento público de Valentín González Formoso adquirió otra significación, la de evitar confrontar con la andaluza por si ella acababa ganando en toda España, lo que podría significar quemarse de cara a un hipotético futuro al frente del PSdeG. Se trata de un indicio muy relevante, porque hasta ahora el alcalde del pueblo de la gran chimenea, As Pontes, ha negado siempre que aspire a dirigir un PSdeG que, sin embargo, está en sus manos más que nunca. 

Ya lo estaba el año pasado cuando rehusó optar a ser el candidato a la presidencia de la Xunta, porque le obligaba a saltar sin red, al renunciar a la Diputación y la alcaldía. La caída de Besteiro por su imputación había dejado una vacante, que Abel Caballero quiso llenar con su fiel Romeu, pero Besteiro, que en la sombra mantenía la influencia en Ferraz, y Formoso, con los votos de la provincia con más censo, pusieron a Leiceaga, que aportaba su buen cartel personal.

Ahora la derrota de Susana Díaz hasta en Vigo ha dejado definitivamente fuera de juego en Galicia a un Abel Caballero, que en el fracaso mantuvo los reflejos para inmediatamente ponerse a disposición de Sánchez mientras se cuidaba de ganar, aunque no por mucho, la asamblea de Vigo para elegir los delegados del congreso, a fin de bajarle los humos a su sobrino díscolo, Gonzalo Caballero. A éste hay quien lo ve incluso comoel futuro líder del partido en Galicia en una nueva fase del sanchismo, como rebelión de las bases. Pero no parece que el mundo se haya puesto tan del revés, aunque esta vez Gonzalo sí pueda reunir los avales suficientes y presentarse a las primarias, caracterizadas por el declive de los antiguos pesos pesados del partido, como José Blanco,Orozco o Bugallo. Con su alianza con Lugo y los apoyos minoritarios en las otras provincias, todo apunta que, a no ser que deje pasar la oportunidad, quien tiene los votos para ganar es Formoso, aunque haya dudas sobre si podrá construir un liderazgo a escala gallega y si su perfil, más del gusto del PP que de la izquierda, es el propio del momento actual.

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