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Comer arroz con leche

LES DIRÉ por qué los alcaldes de la nueva política (Suárez, Martiño, Ferreiro y Kichi) no repetirán bastón. Suárez por fotografiarse comiendo arroz con leche; Martiño por abogado de okupas; Ferreiro por el cuadro de Paco Vázquez y Kichi por calcetarle medallas a la virgen.

Son simplificaciones, claro, pero también un análisis de sangre es una simplificación y sin embargo predice que podemos patearla de un infarto equino. Hacía tiempo que no oía hablar de Suárez. La última vez que supe de él andaba en desavenencias con Sestayo por la cosa municipal. Sestayo y Suárez empezaron bien: "Jorge y Beatriz ¿Juráis amaros políticamente, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en las penas hasta que el fin de la legislatura os separe?"; "Sí, juramos". Pero al llegar a casa, Suárez y Sestayo disolvieron los gananciales. Sestayo llamó al gobierno de Suárez vago e inútil y Suárez respondió al insulto con el coraje del que tiene sangre en las venas: comiendo arroz con leche. En dos años, a Suárez no se le conoce más proyecto que el intento de aprobar el presupuesto. Y en eso sigue, en el intento. Bueno, también come arroz con leche.

Martiño, en cambio, pactó el documento contable con el apoyo del BNG y la abstención del PSOE. Martiño no es parvo. Suárez es tímido. En sus comparecencias públicas, a Suárez da la impresión de asfixiarle el peso de la responsabilidad. Baja la cabeza y esboza sonrisas improcedentes acompañadas de una gestualidad infantiloide que recuerdan a la del adolescente interno al que cachan haciéndose una manuela. Eso sí. Encantado de conocerse acaba de calificar su gestión con un siete. Esa alta consideración de sí mismo me recuerda a uno de mi pueblo, apodado Bonaparte. Se paseaba con una mano en el pecho levantando la cabeza y decía, muy solemne y convencido "eu son Napoleón". Martiño es diferente. Martiño es un táctico. Laicista confeso, asiste a un acto religioso u ocupa un respetuoso segundo plano cuando comparece con su maestro Beiras. Amamantado a sus pechos, Martiño no heredó nada de su carácter jupiterino. Suárez no nació para la política. Carece de ego. Martiño lo tiene aunque lo enmascare con un carácter tranquilo, poco dado a la salida de tono. La política exige cintura y mano izquierda, inteligencia para aplicar soluciones prácticas dañando lo menos posible el interés general. Resolver, frecuentemente, un dilema entre lo malo y lo peor.

El otro día Suárez posaba para los medios degustando arroz con leche. Imposible mejor fresco del fracaso. De él y de la llamada nueva política, perdida en sustituir la gestión por la propaganda, las obras por los gestos y la prestación mejorada de los servicios por descomunales paneles publicitarios. suárez comiendo arroz con leche, con el presupuesto sin aprobar, es como un sobaco sin asear al que aplicamos un desodorante de fuerte aroma. Suárez pensó que el ejercicio de la alcaldía se limitaba a un conjunto de automatismos, por eso va de cráneo. Él, y por desgracia, sus vecinos.

"La política exige trabajo duro y tragar sapos para obtener, a veces, un reconocimiento mínimo. Resolver dilemas entre lo malo y lo peor"

La política exige trabajo duro y tragar sapos para obtener, a veces, un reconocimiento mínimo. Que lo que le quede al ciudadano de la gestión de suárez sean sus cuitas con sestayo o la foto del arroz con leche es la prueba de que haría un gran favor a la ciudadanía ferrolana marchándose por donde vino. Incluso por donde no vino si la conclusión es la misma: desaparecer. A Martiño le iba un poco mejor. inicialmente titubeante se consolidó en una cierta normalidad, hasta que la cagó con el tema okupa. Mala cosa. Si hay algo que el votante valora es el respeto a la propiedad privada. Sabe que lo contrario es la selva, y la selva es para los monos.

Es grave que quien allana ilegalmente un inmueble y es desalojado de él por la fuerza pública se violente, pero lo es más que el alcalde disculpe al infractor y denigre a la poli, cuya obligación, protegernos, incluye a los propietarios y al propio Martiño si lo precisase. Esa parcialidad en el juicio, mediáticamente amplificada y ciertamente ‘sui generis’ que Martiño torpemente dirige a sectores juveniles y ultras de los votantes es tan demagógica como oportunista. Y no va aparte alguna electoralmente hablando.

Porque en ese exceso de comprensión con unos y de crítica con los otros muestra su verdadera pluma, la misma pluma seudo progre de una parte de la izquierda inmadura que aun identifica fuerzas de seguridad con grises y okupa con infeliz desheredado al que su situación legitima para tomar lo ajeno por la fuerza. Por la fuerza y sin título jurídico habilitante. Y no cuela. Lo mismo Ferreiro. Intenten recordar una obra o un servicio útil para la ciudadanía en dos años de legislatura y les vendrá a la memoria el óleo de Paco Vázquez colgado en el consistorio ante el descojone general, porque sir Paco parecía un fotomontaje del uniforme del almirante Nelson al que hubiesen superpuesto la cabeza del encargado de un furancho. Guapísimo.

Pero si alguien hay que bordó la coherencia política municipal ese fue don José María González, Kichi para los amigos, alcalde de Cádiz. Se encargaron unos barcos para Arabia saudí a los astilleros, un alivio al desempleo de la comarca. Ah, pero Arabia no respeta los derechos humanos y el ideario del partido es, en ese punto, taxativo. Controversia "habemus". La forma en que Kichi solventó el dilema merece figurar en la antología del gag surrealista. Consciente de que si se oponía al trabajo de los astilleros los parados podían correrlo a hostias, Kichi da su visto bueno. Eso sí, sugiriendo a los saudíes respeto por los derechos humanos, recomendación que, como todos sabemos, los árabes, demócratas garantistas de toda la vida, incluirán en su próxima Constitución.

Pero lo mejor de la gestión de Kichi estaba por venir. Ateo confeso, le calceta sin embargo la medalla de oro a la Virgen del rosario, patrona de Cádiz. Pablo iglesias pide explicaciones y Kichi le dice que "esa virgen es muy de izquierdas porque la gente la quiere mucho" (reparen los lectores en la hondura intelectual del argumento en su peso demoledor). Iglesias dice perfecto y comenta que Kichi "ha gestionado la cosa bien, de modo muy laico". A Fernández Díaz, recuerdan, querían por lo mismo cortarle los huevos y extrañarlo a Pernambuco. De F.D. podíamos esperarlo porque sabíamos, metafóricamente hablando, que orinaba agua bendita, pero de Kichi… en fin, lo dicho. Con esas obras y esa coherencia, más que repetir bastón lo que van a llevarse es un bastonazo. Pero un bastonazo electoral.

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