Blog | ¡Callarse, becerros!

"Usted arranque"

(Forever Lilo)

EN LA Administración Pública, la obligación del Técnico jurista es refrendar los actos del político. Refrendarlos, no sustituirlos por trapacerías legales. Refrendar es asumir la responsabilidad de otro, lo que el Maestro Lilo hizo con la pericia del artesano.

Permítanme el flash back. Terminado COU, qué hacer con mi vida, propuse a mis padres hacerme actor de cine "X": "¡Champán y mujeres, viejos!". Cuando iba a precisar las virtudes centimétricas que me adornaban, mi padre puso dique a mi vocación: “oposición y a estudiar derecho”. A los viejos no les molaba que yo anduviese por ahí abandonando a espermatozoides -pobriños- a su suerte.

Preparé esa oposición y siguieron treinta años de función pública que una vez convertí, por error en un informe, en función "púbica": me comí con la voracidad del imbécil entrenado la "ele", error craso porque todos sabemos que lo "púbico" está más relacionado con la incursión íntima que con la gestión administrativa. No fue mi único "gambazo".

En otro documento, queriendo decir "examinado su escrito" dejé colar, cierto que involuntariamente, "examinado su escroto"; el Interventor de la Diputación, San Víctor Soto Bello, pontevedrés de Villablino que recientemente resolvió abandonarnos, me llamó preguntándome, intrigado, en qué ocasión me había enseñado el ministro a mí su escroto, que suponía sólo le enseñaba a su urólogo. Le expliqué que la confusión entre escrito y escroto provenía de la contigüidad entre "i" y "o" en el teclado. Víctor, que además de santo era poeta, solo dijo que no me preocupase, que qué suerte reparar en el gazapo antes que el documento llegase al Ministro de Economía, porque ningún ministro acepta sin protesta que le examinen el escroto así como así.

La ley admite el error y prevé su corrección. Pero hay Técnicos que nunca necesitaron utilizarla. Lilo, por ejemplo. Lilo es un monumento vivo de la función pública. He asistido a disertaciones suyas sobre la expropiación en ese ágora funcionarial que es el "Blanco y Negro" y te quedabas boquiabierto con su erudición. Lilo, Manuel Paz por pila, debería ser rebautizado. Se me ocurre "Manolo Justiprecio", incluso "Lilo Acta de ocupación": pegarían mejor con su enciclopedismo jurídico.

Todo tiene una explicación. La de Lilo es su currículo (va incompleto y comienzo por lo más importante): valedor de John Balan, a quien sacó de apuros sancionadores; socio número dos del Teucro; Letrado por oposición de Sindicatos y luego del Gobierno Civil; Presidente del Tribunal Tutelar; Procurador en Cortes; Cruz de San Raimundo; al Mérito Civil; Secretario del Jurado de Expropiación y hasta Subjefe del Movimiento (debía ser un Subjefe muy atípico y tomarse el Movimiento a beneficio de inventario porque su casa, de buena tinta lo sé, era frecuentada por familiares de represaliados u opositores al régimen).

Lilo prometía. En su infancia sustituía en la escuela de Poio (hoy Casa Consistorial) a su padre, maestro nacional y abogado si tenía juicios. También fue jugador y entrenador del Teucro y aun Profesor de Educación Física. Siendo Concejal su intervención fue decisiva para la construcción del Pabellón de Deportes, que es su orgullo y yo recupero, fármaco contra la amnesia, porque a veces creemos que el Pabellón nació de la nada, como Venus.

Pero al margen de su valía profesional, Lilo no dejó de observar. Tomen nota. Ese pedazo de Gobernador Civil que en el éxtasis del celo rigorista impone a su conductor no mirar por el retrovisor ni girar la cabeza para mantener el hieratismo del servidor público: "usted, cuando oiga que se cierra mi puerta, arranque". Dicho y hecho. El Gobernador, repentinamente urgido por las ganas de mear, ordena "deténgase"; y el chofer, obediencia debida, que al oír cerrarse la puerta arranca. Y que cuando llega al Gobierno Civil repara, infartado, en que el Gobernador debió quedar en Codeseda con el canario en la mano matando hormigas.

O la de aquella vez que, acompañando a otro Gobernador Civil en una procesión, Tui adelante, ve sorprendido como a cada bendición del Obispo responden los fieles con cortes de mangas y hasta piropeándolo entre dientes: "Cabrón, fillo de...". Concluida la procesión, un colaborador resuelve la intriga del obispo: lo del Seminario que llevaron de Tui para Vigo.

O el Alcalde, que en su discurso larga, venido arriba "con este sol bañando con su luz generosa la campiña gallega" mientras un temporal de cojones desborda el Lérez; "señor Alcalde, ese párrafo…"; "ya, pero el discurso lo escribí hace unos días y no llovía". O la toma de posesión de Martín Gamero como Gobernador Civil, que ese mismo día es nombrado Secretario General y se va alardeando de haber sido el mejor Gobernador: "soy el único que no ha puesto una sola multa".

O cuando lo de las putas de A Moureira, cuya ilegalización a mediados de los 50 provocó una manifestación de las profesionales, pancarta en ristre, en la que rezaba la siguiente litero suficiencia: "Por liquidación y cierre, polvos a 2´50 pts.", sensibilísima rebaja sobre el precio oficial que los pontevedreses, de suyo agradecidos, supieron reconocer póstumamente colgando el cartel de completo en los lupanares de Xan Guillerme.

La última. Ujier despreocupado que, marchando el Gobernador y preguntando si hay novedad, responde tranquilo "ninguna, señor Gobernador". Y el Gobernador que, confiado y cumplido su deber por ese día, baja las escaleras y cuando va a subirse al coche oficial oye "¡Señor Gobernador! Sin novedad como le decía, aunque ahora que "me recuerdo" llamó uno a primera hora de la mañana, un tal López Rodó. Pero dijo que no tenía importancia". Hagámonos idea. López Rodó era el alma mater de los gobiernos del tardo franquismo, algo así como la Soraya Sáenz de Santamaría de Rajoy. Y claro, el Gobernador bramando en arameo: ¿Un tal López Rodó? ¿Sin importancia? Me cago en la madre que lo… ¡A galeras lo voy a mandar! ¡A remar a galeras como Ben Hur!"

En fin. Como lo mejor de la administración pública son sus funcionarios y ahora hay coletas que lo cuestionan todo, me apetecía el retazo vital de un hombre íntegro y polifacético que sirvió ejemplarmente al Estado en dos regímenes, autocrático uno y democrático el otro, sabiendo que la Constitución del 78 no discernía entre funcionarios de antes y después -ni pasaba factura- porque a todos, como a todos los españoles, acogía bajo su bóveda. Los celtibéricos, más listos de lo que a veces nos reputamos, habíamos ratificado votando en el 78 aquella norma, dos cosas fundamentales: reconciliación y concordia. Que quizá mejor que nadie, Lilo simboliza. Pontevedrés con pedigrí, Lilo. Imposible no serlo cuando a uno lo nacen al lado de Santamaría.

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