Opinión

¿A dónde va este hombre?

"¿A dónde va este hombre?". Con este breve mensaje, un destacado socialista trataba de que quien escribe estas líneas le diera una explicación al triste sainete surgido en la tarde-noche del miércoles, apenas había concluido el pleno en el que el presidente del Gobierno logró que se le aprobara la quinta prórroga del estado de alarma.

¿A dónde va este hombre? Esto es justamente lo que nos preguntamos muchos cuando nos enteramos que de tapadillo, a espaldas de sus demás socios de investidura y, desde luego, de Ciudadanos, había alcanzado un acuerdo con Bildu para la derogación íntegra de la reforma laboral aprobada por el PP. Mientras se ultimaban las conversaciones, el Parlamento de Vitoria no lograba aprobar una declaración institucional de condena por el ataque al domicilio de la socialista Idoia Mendia. No pudo ser porque Bildu se negó a utilizar ese término. Nunca ha condenado ni condenará a Eta. Juega con el lenguaje con lo fácil que es decir: "sí, lo condenamos".

Ahora estamos, están, enredados con la interpretación del texto, con la aclaración posterior del PSOE pero el asunto de fondo no está ahí. Está en la ausencia de reglas que generen un mínimo de confianza. Con la excusa de la geometría variable, es obvio que el presidente no tiene ni reglas ni límites. Y cuando no hay reglas ni límites uno se cree con derecho al engaño, al trilerismo y luego, eso sí, lo importante es la unidad. ¿Qué unidad cabe cuando quien la evoca juega con todos, siempre y a la vez? Con todo, si Sánchez hace este juego es porque todos los demás le dejan. Se lo consienten y él lo sabe.

Ha sido la reforma laboral pero da igual que hubiera sido cualquier otra iniciativa. Lo sustancial es el hecho mismo de sentarse con Bildu —se hubiera sentado con cualquiera salvo con el PP— a espaldas de todos los demás acordando que no se diría nada hasta ver salvada la votación de la prórroga antes mencionada. ¿Cabe mayor y más burda picaresca? Los cinco votos de Bildu no eran necesarios pero todo es bueno pensando ya en la sexta prórroga que planteará en quince días y para la que quiere reconstruir la mayoría de la investidura. Y probablemente lo logrará porque Rufián está enfadado, pero Aragonés ya está hablando con el Gobierno progresista y de izquierdas. Si no la tuviera amarrada, desistiría de volver al Congreso por importante que, según el, sea la salud de los españoles. Ya se sabe que quien se opone es que vota a favor de los contagios. Los que negocian exigencias que nada tienen que ver con la salud, hay que ver qué responsables son...

¿A dónde va este hombre? Va al borde del abismo. Va al día a día. Va jugando con fuego. Va siendo desleal con quienes le auparon a la Moncloa y en este caso jugando con Bildu, que nunca va de farol. Lo suscrito es lo suscrito hasta que, según Lastra, se dieron cuenta de un adjetivo —íntegra— que, al parecer, no procedía. Si no se dieron cuenta, malo, y si se dieron cuenta y luego tratan de que nos creamos tanto despiste es que, efectivamente, Sánchez no tiene ni normas ni límites.

¿A dónde va este hombre, presidente legítimo del Gobierno de España? Quién lo sepa que nos lo cuente.

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