Opinión

Un sueldo Nescafé

Un sueldo para toda la vida. Ese parece ser el mejor incentivo para que una persona quiera formar parte del servicio civil, (civil service en terminología internacional tan elocuente), del conjunto de los empleados públicos. No debería ser así y, de hecho, no es así en muchos casos, pero tanto el actual sistema de selección, como el de promoción y desarrollo de la carrera profesional ayudan a que las vocaciones de servicio público se vayan apagando lentamente o no estén presentes en las nuevas incorporaciones. ¿Por qué sucede esto?

Está claro que una de las ventajas que ofrece el empleo público frente al sector privado es la estabilidad, la permanencia de un trabajo que ofrece posibilidades para construir un futuro, en especial en una etapa en las que se encadena una crisis económica tras otra y que hacen temer por un futuro inestable y marcado por la precariedad laboral. Nada que objetar, es muy respetable y no es incompatible con la vocación de servicio público, pero deberíamos reflexionar por qué en muchos casos el sueldo para toda la vida constituye el mayor incentivo, en lugar de reforzar las vocaciones públicas y captar talento.

En el año 2021 se intentó abrir el debate con la publicación del documento Orientaciones para el cambio en materia de selección, debate que se cerró (en falso), ante el ruido generado. Y digo que se cerró en falso porque la captación y la retención de talento en la administración pública sigue siendo un gran reto, en tiempos de cambio vertiginoso, en los que las tecnologías juegan un papel fundamental. Porque la función pública está muy envejecida y nos encontramos con personas que han comenzado su carrera con la máquina de escribir y ahora deben conjugar sus tareas con la inteligencia artificial, es el momento de incorporar talento, haciendo las cosas de un modo diferente.

Se trata de un proceso y reflexión que los países de nuestro entorno han iniciado hace tiempo ya. En el Reino Unido cuentan con un programa orientado a captar talento de las universidades mediante la realización de unas prácticas retribuidas en el periodo estival, en las que los estudiantes tendrán ocasión de conocer el funcionamiento real de una Administración Pública. La participación en este programa con una valoración positiva permite el acceso al Fast Pass como vía prioritaria para llegar a la fase final del proceso de selección, por ejemplo. En nuestra vecina Francia también están revisando las bases de su sistema de empleo público y otros países como Canadá o EEUU hace ya tiempo que cuentan con sistemas para evitar el ‘apalancamiento’ en los puestos públicos, tan unido a las resistencias al cambio.

No estamos inventando la rueda. En la China Imperial, en fechas tan tempranas como en el año 2200 a.c., ya se empleaba un sistema de exámenes para valorar y decidir si los funcionarios del gobierno eran aptos o no para el desempeño de sus funciones. Se trataba de un sistema que evaluaba conocimientos muy diversos, habilidades en música, tiro con arco, equitación y escritura o los conocimientos sobre los principios de Confucio, los ritos y las ceremonias, las leyes civiles, la agricultura, la geografía o la poesía. Se trataba de exámenes orales, más que escritos, que no sólo evaluaban lo que los candidatos decían, sus conocimientos, sino también cómo lo decían.

Aptitudes y actitudes.

El empleo público no debe ser un empleo refugio, en el que guarecerse por si vienen mal dadas, que vendrán. El empleo público debe ser la aspiración de aquellas personas que defienden lo público, en su sentido más amplio, no sólo la administración en su versión burocrática, sino también la sanidad, la educación, fuerzas y cuerpos de seguridad, transporte, y tantas y tantos ámbitos que no somos conscientes. Este tema es prioritario, la ecuación es bien simple, a mayor calidad en el empleo mayor calidad en el servicio público.

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