Opinión

Johan Cruyff no puede morir

Hay cosas que empiezan mucho antes de que empiecen de verdad. Una existencia recorrida durante días, meses, años, décadas… hasta que llega el hecho de nacer realmente. Sin ir más lejos el calendario que usamos hoy en día, el calendario gregoriano, empieza en un punto en concreto, aunque el mundo existía desde hacía ya un buen puñado de millones de años. En este caso a alguien se le ocurrió que Jesucristo fue un personaje lo suficientemente importante como para establecer su año de nacimiento como el primero del nuevo calendario. Algo parecido sucedió en el FC Barcelona.

Nadie puede decir que el Barça fuese un club de medio pelo antes de 1988, pero lo que es seguro es que podemos poner fecha a su año de nacimiento real, pues ese año el equipo firma como entrenador a Hendrik Johannes Cruijff y ya nada volvería a ser igual.

Cruyff le regaló historia al Barça. Como no podía cambiar el pasado lo que hizo fue cambiar el futuro

Cruyff cogió a un equipo que funcionaba como un barco de vela a la deriva y lo dotó de alma. En esa época, según los soplos de viento que generaba el presidente de turno el barco iniciaba un rumbo u otro. No importaba cuál, pues ese rumbo poco duraba como tal en el horizonte. Al propio Cruyff le tocó vivirlo en sus propias carnes como jugador.

Lo mejor que se puede decir de Cruyff es que los títulos que consiguió como entrenador en el Barcelona son lo menos importante que trajo. La primera Champions de la historia del club o los cuatro títulos de Liga son meros figurantes de un proceso todavía mayor. Cruyff le regaló historia al Barça. Como no podía cambiar el pasado lo que hizo fue cambiar el futuro. 

La gente de aquella época que creía que sabía de qué iba esto del fútbol empezó a oír que los delanteros eran los primeros que tenían que presionar, que los defensas y el portero tendrían que manejar el balón mejor que la mayoría de delanteros o que en el centro del campo tenía que haber siempre superioridad sobre el rival, y que cumpliendo estas premisas y otras miles que nadie conocía se conseguiría tener el balón -y así el rival no podría hacerte nada- y dominar el partido a tu antojo.

Como a todos los genios se le tachó de loco y el propio Camp Nou le dedicó alguna que otra melodía de viento cuando en vez de buscar la portería rival como descerebrados los jugadores masticaban la jugada hasta tener la certeza de que no podrían atragantarse si el equipo que estaba enfrente robaba el balón. 


Cruyff no solo cambió a un equipo. Eso, hasta cierto punto, pueden hacerlo más personas (...) Cruyff lo que hizo fue cambiar un club entero

 

Pero Cruyff no solo cambió a un equipo. Eso, hasta cierto punto, pueden hacerlo más personas. Pep Guardiola mismamente ha conseguido que el adalid del juego rápido y la garra alemana, el Bayern de Múnich de Franz Beckenbauer, esté moviéndose en unos volúmenes de posesión cercanos al 80% en algunos partidos. Cruyff lo que hizo fue cambiar un club entero. Presidente, directiva, jugadores, aficionados… en definitiva todo ese famoso entorno que rodea al FC Barcelona. Absolutamente todo cambió con él.

Fíjense, mi padre todavía es de esos barcelonistas antiguos. Da igual el momento del club, da igual que sea el único equipo de la historia en tener dos tripletes o un sextete, da igual que haya vivido los mejores partidos de su equipo ante el Madrid de toda su historia, con él no importa nada: el Madrid siempre es el favorito a todo y el Barcelona está a un tris de fracasar. ¿Ustedes se hacen una idea de lo difícil que es cambiar la mentalidad de gente como mi padre? Pues Johan Cruyff cambió la mentalidad del 99,99% del entorno culé -mi padre es un caso aparte-, y más importante aún, de toda la camada de nuevos barcelonistas que vinieron al mundo. Adiós al victimismo, adiós a los contubernios anticatalanistas que solo querían favorecer al Madrid y adiós a esa sensación de que la desgracia espera a cada esquina. Ahora el Barça es un equipo ganador y lo demás no importa.

Y como dije antes no se trata de ganar títulos. El mismo Johan Cruyff formó parte de un equipo de leyenda, la Naranja Mecánica, que maravilló al mundo del fútbol y marcó a toda una generación. ¿Saben cuantos títulos ganó esa selección? Exacto, cero. Ninguno. Llegó a dos finales de Mundial y perdió las dos, pero lo que hizo ese grupo es tan grande que todavía hoy se habla de ese Fútbol Total, precursor del Cruyff entrenador.

Lo que los títulos le dieron a Cruyff fue tiempo. Algo tan simple como eso. Tiempo para poder inocular el prodigioso veneno de su idea en las raíces del club y no en las ramas, para que, aunque alguien viniera después y dejara al árbol decrépito y sin frondosidad, la idea brotase de sus cimientos y alimentase al árbol una y otra y otra vez.

Yo no lloro por la muerte de Johan porque Johan en realidad no puede morir

 

No es casualidad que a los Guardiola, Laudrup, Koeman o Stoichkov como entrenadores o Txiki Beriguistain, Zubizarreta o Guillermo Amor en otros cargos de dirección deportiva, les picara el gusanillo por estos puestos. Cruyff fue un ente arrollador que enamoraba a todo aquel que pasaba por su lado y hacía ver cosas en las que nadie hasta ese momento había reparado. El veneno de su idea caló hasta en sus rivales más acérrimos, que hoy lloran la partida de uno de los mayores genios de la historia del fútbol y que cambió este deporte para siempre.

Yo en cambio no lloro por la muerte de Johan porque Johan en realidad no puede morir. Guardiola dijo una vez que el club es lo que importa, que las personas están de paso pero que el club permenece. Como hemos visto y todo el mundo sabe el club es Cruyff. Por tanto podemos darle la razón a Pep, las personas pasan, Johan permanece. Su legado está tan presente que el hecho de cambiarle el nombre al Camp Nou para llamarlo Estadi Johan Cruyff -iniciativa que secundo totalmente- es una nimiedad comparado al homenaje que cada día les hace el equipo.

Han pasado casi 30 años desde la llegada de Johan Cruyff al Barcelona y el olor del Camp Nou poco ha cambiado. Él no nos ha dejado en el año 2016. Él nos ha dejado en el año 28 d.C. -después de Cruyff-. Así de grande es su figura.

 

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