Opinión

Eta, Osama Bin Laden y Kant

LA BANDA terrorista Eta ha hecho público un comunicado en el cual constata su disolución como organización armada dando por finalizada su etapa histórica de violencia en este país, llevándose por delante 853 vidas humanas, provocando más de 6.000 heridos y destrozando la vida a miles de familias enteras.

Siguiendo la máxima Kantiana, la cual afirma que el fin no justifica los medios, en el caso de Eta, además, sus medios, que han sido las balas y las bombas, han servido única y exclusivamente para destruir vidas. Para nada más. Si su objetivo era la independencia de Euskadi a través de "la lucha armada" se les debería caer la cara de vergüenza al comprobar que Cataluña ha conseguido mucho más en menos tiempo sin disparar una sola bala. Porque la idea política de la independencia o la autodeterminación es completamente legítima, pero siempre por las vías democráticas y nunca a través de las armas. Ninguna idea vale una vida.

Mucho se habla también de quienes han sido los protagonistas del fin de la violencia etarra. La firmeza del estado de derecho, la democracia, las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y los jueces. Todos ellos han jugado un papel importantísimo pero me gustaría señalar la relevancia de la sociedad y la ciudadanía. Ninguna organización armada se sustenta sin el apoyo de una base social amplia que la legitima ideológica, cultural y emocionalmente.

Ese día Eta se pegó un tiro a sí misma, además de disparar a un inocente. Porque Miguel Ángel Blanco éramos todos. Millones de personas pidiendo clemencia. Esa bala impactó en la conciencia colectiva de toda la sociedad

¿Cuando ocurrió ese cambio en la sociedad? Hay dos momentos clave. El primero el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Probablemente el caso de crueldad más extremo que se ha vivido en este país a nivel colectivo. Recuerdo viajar en coche rumbo a Barcelona pendiente de las noticias que se iban sucediendo en la radio en torno al chantaje por parte de la banda hacia el gobierno con la vida de un ser humano como moneda de cambio. El gobierno no cedió y Eta ejecutó su horrible crimen ante los oídos y sentimientos de millones de ciudadanos que tenían la esperanza de que al final hubiera un atisbo de piedad por parte de Eta. Pero no fue así. Al llegar a Barcelona caminé hasta Plaza Cataluña y un millón de personas estaban en la calle clamando su indignación con las manos levantadas. Ese día Eta se pegó un tiro a sí misma, además de disparar a un inocente. Porque Miguel Ángel Blanco éramos todos. Millones de personas pidiendo clemencia. Esa bala impactó en la conciencia colectiva de toda la sociedad.

El siguiente momento fundamental para la desaparición de Eta fue un acontecimiento que nadie señala y es clave. Hablo de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas de Nueva York planeados por Osama Bin Laden. Eso acabó con Eta. Acabó con Eta porque ya no era únicamente la sociedad española quien rechazaba activamente el terrorismo sino que desde ese día todas las instituciones mundiales deslegitimaron cultural, ideológica e históricamente la violencia como instrumento de consecución para fines políticos.

Todos los estados del mundo, la ONU, la UE y las Organizaciones Internacionales más relevantes condenaron la violencia y se establecieron mecanismos policiales, jurídicos y formativos para perseguir a todas las organizaciones terroristas del mundo en todos los frentes. Paradojas del destino. El terrorismo islamista acabó con el terrorismo etarra. Los atentados en Atocha perpetrados por Al Qaeda en 2004 remataron a Eta para siempre. Ya no cabía en la mente humana un acto violento como instrumento político en la sociedad. Me imagino a Josu Ternera y a Otegi el 11 de Septiembre de 2001 contemplando las imágenes de las Torres Gemelas deshacerse en el aire y pensar… "Esto se acabó. Insuperable".

Eta es una página que se cierra en la historia de España pero es importante que las próximas generaciones recuerden que para combatir la violencia en todas sus formas es necesario erradicar la cultura que la ampara, trabajar la Cultura de Paz en las escuelas, en los hogares, en las familias y no olvidar nunca la máxima del filósofo alemán Immanuel Kant: "El fin, no justifica los medios".

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