Opinión

Patria

LA PATRIA no es una bandera que enarbolar. Solo son pedazos de tela, representaciones simbólicas que las masas levantan al viento para sentir que forman parte de una construcción política imaginaria. La patria no es un himno que cantar. Prefiero mil veces Imagine de John Lennon a cualquier otro canto de orgullo colectivo o sentimiento de pertenencia a un grupo. La patria no es tu lengua. Las lenguas solo son códigos de comunicación. La lengua no debería ser un lugar donde escudarse o diferenciarse. El pájaro no se enorgullece de su silbido. Lo regala. Canta sin saber que canta. La patria es la calle que te vio crecer, la playa donde comenzaste a caer y levantarte sobre la arena blanca rodando como una croqueta. Las manos que te ayudaron a dar los primeros pasos. La patria es ese balón que golpeaste al cielo por primera vez, la bicicleta en la que aprendiste a pedalear sin ruedas mientras alguien te empujaba y cuando miraste atrás ya volabas solo. La patria es el caldo de tu abuela, la sabiduría de tu abuelo, los consejos de tu padre, el cariño de tu madre, los libros revolucionarios de tu tío, los amigos que te acompañaron en los buenos y sobre todo en los malos momentos. La patria es la panadería de tu barrio, el mercado donde te llevaron a oler y tocar el pescado fresco. La patria son las noches en familia, la casa que te vio crecer, la ciudad a la que siempre regresas, el verano al sol, la navidad en tu hogar sonriendo mientras descorchan el champán brindando por el año nuevo. Pero la patria también es todo aquello a lo que te sientes vinculado emocionalmente, aquellas personas que fueron y son importantes para ti, los lugares que has visitado y son memoria presente. La tierra que cuenta quien eres. La naturaleza de la que formas parte. Mi patria es la familia que vive en algún punto de las estrellas y la que está ahora a mi lado. Mi patria son las ciudades que viví, desde la plaza de la Quintana en Santiago de Compostela o el mediterráneo desde la Barceloneta. Mi patria son los países que visité, las personas que conocí, los paisajes que contemplé. Central Park en Nueva York, la escultura de Abraham Linconl en Washington, Montmartre en París, Montpellier, Aviñón, las luces de Niza, la Ciudad Perdida de Pekín, la bahía de Shangai, el templo budista de Xian, las pintas de Londres, la Cavern en Liverpool, la habitación de Hemingway en la Habana antes de tomar un mojito en la Bodeguita del Medio, el mar de Santiago de Cuba, San Telmo en Buenos Aires, las mezquitas de Estambul, el desierto de Ankara, los valles de Goreme, la Capadocia, la catedral de Milán, el Puente Vecchio en Florencia, el Trastévere de Roma y su Fontana di Trevi, la inabarcable plaza de Siena, Venecia y sus canales, la pizza Napolitana, la isla de Capri, la pasta fresca de Bari, la Costa Amalfitana, Castiglione dil Lago, la albahaca en las casas de Tito en Potenza, las piedras de Perugia, el codillo en Múnich, la catedral de Colonia, las murallas de Núremberg, la Isla de los Museos en Berlín, el casco histórico de Brujas, las calles medievales de Gante, el átomo en Bruselas, el pan de azúcar en Río de Janeiro, el fado de Lisboa y su olor a pastel, la ribera de Oporto, Vilna y su ortodoxa arquitectura, Riga y la belleza de sus plazas, la cerveza con miel de Tallin, los barrios de Ámsterdam, el puerto de Róterdam, los molinos de Marken y Volendam, Luxemburgo, los cafés de Budapest, el Hermitage en San Petersburgo, la estación de metro de Moscú, los bosques de Nóvgorod, Viena y su ópera, la casa de Mozart en Salzburgo, la nieve de Innsbruck, los pueblos en Pilsen, la belleza de Praga, Copenhague y sus bicicletas, el barco Vasa de Estocolmo, el atardecer dorado en Dubrovnik, las vacas de Nueva Delhi, la ciudad rosa de Jaipur, el río Ganges en Benarés, las efigies de Luxor, las librerías del Cairo, el mercado de Asuán, la plaza de Marrakech con luna llena, la Candelaria en Bogotá, Cartagena de Indias y su aire siempre en fiesta, la playa de Santa Marta, Barranquilla, el Caribe, las montañas de Pasto, el salmón de Bergen, la catedral de Edimburgo, Jerusalén y el camino del Calvario, las vistas desde Haifa, la sencillez de Hebrón, la modernidad en Tel-Aviv, la espiritualidad en Galilea, el mercado de Atenas, los soportales de Bolonia. Cicerón afirmaba: “donde quiera que se esté bien, allí está la patria”. ¿Porque quedarse solo con un pedazo de tierra o una mínima parte de la cultura universal cuando tienes a tu alcance todas las lenguas, colores, historias, océanos y montañas del planeta? Sólo hay una raza. La raza humana. Solo hay una nación. La humanidad. Solo hay una patria. El mundo.

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