Opinión

Qué es ser rico

Desde el final de la Segunda Guerra Mundial el mundo Occidental jamás vivió un período de prosperidad cultural, social y económico tan prolongado. La aceleración del modelo empresarial basado en la producción y el consumo de masas, inherente al modelo capitalista, propició niveles de bienestar nunca antes conocidos, a pesar de la desigualdad como contradicción sistémica intrínseca. La creación de organizaciones supranacionales como la Unión Europea imposibilitó las guerras entre Estados dentro del continente, con excepción del conflicto de los Balcanes a principios de los noventa. La creación de la ONU derivó en jurisprudencia que es la base del derecho internacional como los convenios de Ginebra y los Derechos Humanos. Estados Unidos lleva desde 1990 liderando la geopolítica internacional como potencia hegemónica en el mundo tras el fin de la política de bloques y la guerra fría contra su antagonista la URSS. En perspectiva histórica, desde 1950, el mundo ha atenuado la tensión bélica, elemento común denominador durante los siglos anteriores, cuyo paisaje eran las continuas guerras entre las Monarquías Absolutas propias de los Estados- Nación. Desde 1960, la muerte, asumida social y culturalmente en las sociedades como habitual y parte intrínseca de la vida desapareció como amenaza visible, quedando solapada en el inconsciente colectivo en forma de tabú.

Durante los años setenta hasta hoy en día se impuso la posmodernidad o la Era del vacío, definida por Gilles Lipovetsky quien usó el mito de Narciso para explicar a la perfección la condición humana. El individuo se convirtió en un ser egoísta, cuyos valores fundamentales eran el crecimiento personal, la apariencia física y el éxito profesional con el objetivo de aparentar un rol triunfador ante sus semejantes. Nada preocupaba al hombre y a la mujer posmodernos mas allá de las condiciones objetivas de precariedad e inestabilidad. Solo ganar dinero. Narciso, como arquetipo socio colectivo y reflejo de nuestra condición humana, se concentraba exclusivamente en el cuidado del cuerpo, el rostro, la apariencia y el consumo. Todo ello potenciado por los altavoces de las televisiones y desde principios del siglo XXI, por la Revolución Digital. El mito de Narciso extrapolado a nuestro tiempo es el de un ser que ya no se mira en el reflejo del agua, sino que se mira en la pantalla de su smartphone para difundir su ego por internet. Sin embargo y tras la irrupción de la epidemia o pandemia mundial en 2020 el niño Narciso se asustó. La muerte, solapada desde 1950, volvía como sombra proyectada sobre la pared de su habitación, amenazando su estabilidad material y sobre todo su debilidad mental y psicológica. Llevábamos muchas décadas obviando la muerte, hipotecándonos con casas, préstamos para adquirir coches, consumiendo materiales y objetos innecesarios únicamente por el efímero placer que nos proporcionaba, queriendo ganar mucho dinero y subir a lo mas alto de la supuesta escalera del éxito que nos vendieron y que ahora nos damos cuenta que era todo mentira. Que la vida es breve, que estamos de paso. Que ser rico es contentarse con poco. Que la felicidad es un equilibrio entere la satisfacción con mayúsculas con tu trabajo, un salario digno y tiempo libre. Que las personas mayores se van, que los niños crecen, que todo pasa muy rápido y que lo mas importante en esta vida es tener salud. Porque sin salud, física y psicológica, jamás serás feliz, por muchos castillos de oro en los que duermas, sin importar la cuenta corriente, ni las vistas desde el despacho en tu torre de cristal. La pandemia asustó al Narciso occidental y lo llenó de miedo, propiciando una metamorfosis colectiva de aprendizaje. Ese crío egoísta ha madurado y ahora la sociedad valora más lo sencillo. La familia, la salud y la naturaleza han vuelto a convertirse en lo más importante. Ya no se valoran tanto las cosas materiales como los coches, las casas o el dinero. Todo eso es irrelevante. Son la naturaleza de la que formamos parte y el tiempo de vida los valores fundamentales supremos. Y la salud, la verdadera riqueza.