Opinión

Susan Sarandon y la eutanasia

SUSAN SARANDON protagoniza en la película Blackbird a una persona enferma de Ela (esclerosis lateral amiotrófica) que decide reunir a su familia durante un fin de semana en una casa junto al mar para abandonar el  mundo digna, racional y emotivamente, antes del irreversible deterioro físico, antes que la enfermedad convierta su cuerpo en una cárcel, antes que le conecten unos tubos a una máquina para poder comer y respirar. La palabra eutanasia proviene del griego y significa buena muerte. La protagonista toma la decisión cuando todavía posee sus facultades mentales y físicas. La película trata un tema con profundas implicaciones morales, éticas y jurídicas desde varias perspectivas. La persona que toma la decisión, las personas que la apoyan, las personas que no lo aprueban y aquellas que dudan sobre si esa decisión es racional o científica y en un contexto político y jurídico donde el derecho a finalizar con la vida propia no se contempla, ni la adquisición de una medicina que provoque la muerte dulce, ni la ayuda para consagrar ese acto. Constituyen delito. No quisiera hacer aquí una apología del suicido ya que la vida es el valor supremo, pero si es una decisión reflexionada, fundamentada e interiorizada por la persona que sufre una enfermedad irreversible debería existir un derecho que ampare a esa persona en su libertad de ejercer ese acto. Una decisión en cualquier caso muy  dura y consciente. No es lo mismo apagarse lentamente bajo los efectos de las paliativas drogas hospitalarias que administrarte tu término vital como ser humano directamente, por propia voluntad, en el día señalado y la  circunstancia  elegida. No se trata de una decisión que se tome en un día, ni en una semana, ni siquiera en un año. Y aún tomándola estoy seguro que se duda hasta en el último momento de su conveniencia. Pero, si vas notando el deterioro cognitivo y físico, si sostenerte en pie, agarrar un vaso o tragar, se van convirtiendo en pequeñas hazañas diarias que suponen un descomunal esfuerzo, es lógico pensar que quizás un día no puedas levantarte de la cama ni siquiera para expresarte con una vocal, aunque tu mente permanezca intacta. Imagínate estar encerrado en un coche y no poder salir. Mes tras mes. Año tras año. Contemplando como tus seres queridos te observan desesperados. ¿Quien no quisiera evitar semejante tortura y que el último recuerdo que tuvieran de ti fuera una sonrisa dibujada en la boca alzando una copa de champán en la mano mientras cantas My way de Frank Sinatra?

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