Opinión

Una columna

"Basta una sola columna para tratar un tema y dejar clara tu opinión mediante una profunda reflexión que en cualquier caso, es solo una opinión"
Una columna periodística. Una columna de un edificio. Después de cuatro años escribiendo columnas en este periódico las he juntado todas en una misma obra y el edificio construido tiene 160 pisos. Ignoro si el oficio del columnista es criticar al gobierno, quejarse de todo, ofrecer información o escribir lo que te venga en mente dependiendo del pulso social del momento y tu intuición. Siempre he tratado de no dejarme arrastrar por la actualidad informativa porque lo que hoy es actual, mañana no tiene relevancia alguna. Los que no estamos a sueldo tenemos el privilegio de opinar libremente. Basta una sola columna para tratar un tema y dejar clara tu opinión mediante una profunda reflexión que en cualquier caso, es solo una opinión. Además, todo lo que ocurre ya ha ocurrido en el pasado y volverá a ocurrir. Me gustaría que en el año 2060 lo que he escrito tuviera la misma validez que en el 2020 y para lograrlo, escribir artículos atemporales es la única manera. Y sobre todo, escribir sobre lo que te apetezca. El caso es que he juntado todas las columnas como una sola obra y me ha salido un rascacielos, una construcción arquitectónica ecléctica, barroca y surrealista. Estoy dentro de ese edificio, tratando de ordenar cada columna, cada planta, como un puzzle desordenado. Me pierdo entre sus vestíbulos, habitaciones y pasillos. El edificio tiene un ascensor para acceder a cada piso. Puedes pulsarlo aleatoriamente porque no sigue ningún argumento. Cuando se abre la puerta del ascensor en cualquier planta puedes encontrarte con un huerto, con el presidente de los Estados Unidos, con un campo de refugiados, con un paisaje, una galaxia, con Miles Davis, con Julio Cortázar, con un yogui meditando o con una playa salvaje. Camino por los pasillos de algunas plantas y me siento orgulloso. En otras, tropiezo con palabras mal colocadas, ladrillos de frases amontonadas o paredes huecas y paseo evaluando la idoneidad de realizar una reforma. En cualquier caso, tan solo ha sido un ejercicio de un escritor en prácticas. Escribir semanalmente te obliga precisamente a eso. A escribir. A entregar un determinado texto un día concreto. La inmediatez semanal deja poco espacio para la filosofía. A veces te sientes inspirado y clavas la flecha en la manzana como Robin Hood. Otros días no se te ocurre absolutamente nada y escribes sobre la primera idea que revolotea sobre tu cabeza. También soy lector y cuando observo las páginas de los periódicos pocas columnas me llaman la atención, salvo las escritas por Manuel Vicent, John Carlin y algunos columnistas del New Yorker. Ejercer el papel de francotirador político desde una tribuna en prensa ni me gusta ni me parece ético. El periodismo no debe responder a ningún interés partidista. Cuanta tinta gastada en temas recurrentes. Cuanto abecedario orientado a desprestigiar al gobierno o adversarios políticos. El lector se merece calidad e información pero también novedad y creatividad literaria. El periodismo literario debe ofrecer algo más que una mera información porque para informarse hay que leer el Boletín Oficial del Estado, las deliberaciones del Parlamento Europeo, las resoluciones de la ONU o las publicaciones científicas de la OMS. El artículo literario debe regalar una emoción, una metáfora, un sentimiento. Crear arte con la gramática. Y eso es complicado. La columna periodística debe ser artística porque es la única manera de sacar la literatura y la poesía de la biblioteca a la calle. De eso va una columna. Cuando tenga listo el edificio haré una buena inauguración. Habrá música, fruta y vino. Desde el ático, en el piso 160, contemplaremos las luces encendidas de la ciudad mientras el mundo gira y gira. «As times goes by» cantada por Doodle Wilson sonará durante la noche estrellada bajo la luz de la luna y brindaremos con una sonrisa en los labios celebrando la inutilidad del arte. Cuando se acabe la fiesta haremos una fogata con todas las columnas quemando el edificio entero. Sobre sus cenizas nacerá un bosque de Bambú, un jardín de Bonsáis y un estanque donde solo se escuchará el sonido del agua.