Opinión

Por qué vienen los emigrantes a Europa

MUCHOS SE preguntarán porqué millones de personas se desplazan desesperadamente. Cientos de miles de bebés, niños, madres, jóvenes y ancianos mueren cada año en las aguas del mediterráneo sumergidos en la indiferencia política. Es un escándalo total. Es vergonzosa la actitud de la Unión Europea ante esta situación. Vivimos el mayor éxodo humano desde la II Guerra Mundial, una realidad que exige un plan general de actuación por parte de la UE y los Estados Unidos. La gente, querido lector, no viene a buscar oportunidades, ni un puesto de trabajo. La gente huye, literalmente, de sus países. Le voy a llevar de viaje por el continente de las jirafas, los leones y los elefantes. A la vuelta comprenderá mejor que está pasando. Burundi es un país pequeño con una superficie menor que la de Galicia, vecino de Ruanda, que lleva años atrapado en una lucha política que deriva en atrocidades hacia su población. Este conflicto ha obligado a huir a casi medio millón de personas. Burundi vive inmerso en oleadas de violencia indiscriminada contra víctimas inocentes y es uno de los conflictos más olvidados de nuestra generación. En Mali la inestabilidad política ha dado lugar a atentados y continuas oleadas de violencia que se cobran miles de vidas y han dejado a casi 200.000 personas fuera de sus hogares. En Nigeria, el terror del grupo radical islamista Boko Haram aterroriza a la población civil y más de 2 millones de personas han tenido que huir de sus casas para poder sobrevivir. En la República Centroafricana, en el corazón del continente, existe un conflicto armado que se cobra miles de víctimas y empuja a huir a millones de niños, muchos de ellos capturados como soldados. Los menores suman más del 60% de su población. En la República Democrática del Congo el contraste entre la riqueza natural del país y la pobreza de la población es alarmante e insultante. El coltán, ese material tan necesario para fabricar nuestros teléfonos móviles lleva provocando la violencia más mortífera desde la II Guerra Mundial, generando un clima atroz en un país donde las mujeres se han convertido en las principales víctimas sufriendo una situación escalofriante. La mayoría de ellas serán violadas más de una vez a lo largo de su vida. Somalia es sinónimo de hambre y sequía. Padece una de las crisis más prolongadas en el mundo. Desde hace veinte años una sucesión de guerras, conflictos y hambrunas en un país con extremas desigualdades y una climatología adversa han dejado a millones de personas dependientes totalmente de la ayuda humanitaria. Hoy en día más de 2 millones de somalíes son expulsados de sus casas y los atentados en su capital, Mogadiscio, son el pan de cada día. En Sudán del Sur, más de 4 años de guerra arrasan el país más joven del mundo. Un país donde la gran mayoría de su población no ha cumplido ni siquiera los 18 años. El hambre es, desde el golpe de estado fallido que precedió al clima de violencia política en el país, otro acérrimo enemigo de los niños sur sudaneses. Más del 20% de ellos padecen desnutrición aguda. Pero los conflictos activos en África, ni siquiera terminan aquí. Países como Yemen, Sudán, Costa de Marfil, la región del Lago Chad, Eritrea, Libia o Mozambique, entre otros, viven también situaciones críticas que amenazan las vidas de su población y ni siquiera he mencionado los millones de desplazados y exiliados por los conflictos militares de Oriente Medio como Irak, Afganistán, Palestina y Siria. Señores políticos, váyanse a tomar viento con sus referéndums, patrias, banderas y absurdas luchas políticas. La independencia no existe salvo que te vayas a vivir a una cabaña en mitad de la montaña y sobrevivas cultivando tomates y pescando truchas en el río. Señores de los medios, céntrense en darle voz a los sin voz, porque los problemas mundiales de actualidad son realmente estos. Señores de las empresas privadas de armamento, ojalá algún día un gobierno considere que su actividad comercial es un delito y prohíban para siempre su negocio de la muerte. La solidaridad no es una virtud, es una obligación.

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