España va a superar el techo de Barcelona », esa era la conclusión unánime a la que llegaban todos los pronósticos ‘oficiales’ con respecto a la participación hispana en los ayer clausurados Juegos de Tokio, de los que los nuestros se fueron con el mismo número de metales que cuatro años antes en Río de Janeiro o en Atlanta 96.
El número 17 se ha antojado como el verdadero techo del olimpismo español. El bagaje de medallas siempre ha rondado esa cifra desde el éxtasis de ser anfitriones o con la salvedad de lo vivido en Sídney, donde España tocó fondo y se encendieron todas las alarmas.
Es cierto que en el pronóstico sobre Tokio figuraban los podios seguros de Rafa Nadal, Carolina Marín, Orlando Ortega o Jon Rahm que por lesiones o Covid no estuvieron, pero también es real que en la lista de medallas figuran sorpresas mayúsculas como la de la taekwondista Adriana Cerezo, el escalador Alberto Ginés o la del biker David Valero.
La realidad es que España se ha estancado desde los Juegos de Barcelona, que significaron un antes y un después para nuestro deporte. Un impulso que propició que el bagaje pasara de un dígito a dos, pero 29 años después el olimpismo español no ha dado el salto definitivo para situarse en la élite mundial donde figuran vecinos como Francia, Italia o Países Bajos.
La puesta en marcha del Plan ADO fue una revolución. Se pasó de las cuatro medallas de Seúl 88 a las 22 conseguidas de Barcelona 92. El problema es que después esa cifra sigue siendo un techo que parece infranqueable. En estas casi tres décadas –sin contar Tokio– España ha sacado 124 podios en siete Juegos distintos. Italia, en ese mismo espacio de tiempo, ha obtenido 203 medallas. Solo en el 92 los italianos subieron menos veces al podio que los españoles: 22 a 19.
España sigue viviendo del recuerdo de Barcelona, pero los países de nuestro alrededor nos han adelantado. Una mayor inversión significa más éxito, pero sobre todo la creación de un músculo deportivo considerable independientemente del resultado puntual de una cita olímpica. Ejemplos de esa apuesta es Francia y especialmente Italia donde sus autoridades aumentaron un 20% la cuantía de los premios de sus medallistas respecto a Río de Janeiro. Hay una sola clasificación que fija en 180.000 un oro, 90.000 la plata y 60.000 el bronce, mientras que en nuestro país varía dependiendo si el éxito es individual, en pareja o en equipo.
El Comité Olímpico Español (COE), el programa ADO y el Consejo Superior de Deportes otorgan 94.000 euros por un oro individual, 75.000 cuando el oro es en pareja y 50.000 cuando se obtiene compartido por tres o más personas (equipo). La plata se paga a 48.000, 37.000 y 29.000 euros respectivamente, y el bronce supone 30.000, 25.000 y 18.000.
La gran diferencia no radica en los premios sino el reconocimiento del deporte en la sociedad y su respaldo en programas que hacen mejorar el deporte de un país. En una potencia como Estados Unidos solo recibe premio económico los campeones olímpicos. El joven deportista olímpico obtiene becas universitarias y un posible futuro laboral estable dentro o fuera del campo del deporte, pero solo los medallistas de oro obtienen dinero, la plata y el bronce no se premia, y es de 21.000 euros.
A pesar de cambios como el de garantizar la beca ADO durante dos años el deportista español no se queja de estabilidad porque el nuestro es un sistema resultadista: si hay ‘marcas’ hay dinero. Y así es complicado trabajar para que lleguen los resultados.
La gran diferencia no radica en los premios sino en el reconocimiento del deporte en la sociedad y el respaldo de programas de apoyo
Hay aspectos claves en la estabilidad del deportista y su capacidad para focalizarse en su objetivo que el premio por medalla. Después de que Alberto Ginés se colgara el oro en escalada su entrenador solo pidió que se quiera a los deportistas: "Que nos den cariño y no que se acuerden de nosotros cada cuatro años". Su título es un milagro teniendo en cuenta que en nuestro país no existe una instalación para preparar íntegramente esa disciplina y muchas veces tienen que ir a gimnasios privados donde les cobran, un dato que pone en evidencia la situación que viven muchos de los deportistas españoles. "Si eso le pasa a una aspirante a podio, imagínate al resto", aseguraba un alto dirigente del deporte hispano.
El salto cuantitativo y de calidad de países como Gran Bretaña, Países Bajos, Francia o Italia es como consecuencia de la creación de un plan estratégico y la focalización en determinados deportes que se han convertido en un importante caladero. Uno de los éxitos de España es la pluralidad de los medallistas. En Tokio hubo medallas en una docena de modalidades, una demostración de un pensamiento polideportivo, pero falta el respaldo para que alguna de esa disciplinas de un salto de calidad como hizo la vela en Barcelona 92 –cinco metales–, el piragüismo en Río de Janeiro –cuatro– o el ciclismo en Pekín –cuatro–, pero estos números están muy lejos de la de países cercanos. De las 65 medallas obtenidas por el Reino Unido en Tokio, ocho fueron en natación, siete en ciclismo, seis en boxeo y cinco en vela, es decir cerca del 40% del bagaje final. Italia se fue de la ciudad nipona con 40 podios de los cuales seis fueron en natación, cinco en atletismo y seis en esgrima donde antes de Tokio 2020 los trasalpinos lograron 133 preseas. Otro ejemplo claro es el de los Países Bajos que consiguió ocho medallas en natación, seis en ciclismo en pista y cinco en remo. Cuba tiene su caladero en el boxeo "cinco" y Hungría en el piragüismo "seis".
España se marcha de Tokio demostrando que es una potencia en deportes mediáticos, pero que los triunfos en las otras disciplinas es casi un milagro como consecuencia del talento de los deportistas.
Aficionado y federado
EN 2008, Deloitte publicó un completo análisis del deporte español y su desarrollo comparado con otros 10 países entre los que están Australia, Holanda, Dinamarca, Nueva Zelanda, Alemania, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Bélgica e Italia. Después de analizar diversos baremos del grado de madurez de cada deporte en cada país. España ocupó el último lugar con un porcentaje que le otorgan del 54% e Italia el penúltimo con un 59%. Australia es primera con un 72%.
El informe, precisamente, ponía el foco en que el modelo deportivo español necesita dotarse de un plan estratégico nacional y en desarrollar nuevas vías de financiación –incentivos fiscales, innovación en patrocinio, potenciación de competiciones–, así como igualar las subvenciones públicas a la media de los países comparados. El estudio concluía asegurando que uno de los mayores retos se encuentra en reducir la brecha entre la práctica del deporte aficionado en España y deporte federado.
La necesidad de un plan
EL PRESIDENTE del Comité Olímpico Española, Alejandro Blanco, en vísperas del cierre de Tokio 2020 reconoció que "es el momento de hacer, de la mano del CSD, un programa específico con aquellos deportes para los que veamos más posibilidades para París porque están surgiendo jóvenes valores que hay que aprovechar".
Un espejo en el que mirarse es el Reino Unido, después del fracaso de Atenas 2004 su comité olímpico creó un plan estratégico que se tradujo en la apuesta por diferentes deportes, en Londres 2012 logró ocho medallas en ciclismo en pista, una más que ahora en Tokio, y cinco en boxeo, una menos que en Tokio.
Galicia bate su récord
EN 1992 el deporte español dio un salto del que todavía se vive. Se pasaron de las cuatro-cinco medallas habituales a 22, algo parecido le sucedió a Galicia con las dos preseas de David Cal en Atenas 2004, cuatro años después el deporte autonómico estableció un récord con cuatro metales que igualó en 2012 y que ahora ha batido gracias a cinco podios, el de Teresa Portela y Rodrigo Germade en piragüismo; Nico Rodríguez en vela, Rodrigo Corrales en balonmano e Iván Villar en fútbol. Un caso a estudiar es el de Cangas do Morrazo.