Opinión

El cuñado español

BIENVENIDOS AL país en el que descalificar a las mujeres refiriéndose a su sexualidad, su aspecto físico, su descontrolada histeria, o denigrarlas a categorías supuestamente inferiores,no sólo está completamente normalizado en todos los estamentos de la sociedad, sino que, además, cuenta con el beneplácito de determinados defensores de la Justicia (con mayúsculas). El Juzgado Número 3 de Instrucción de Pontevedra desestimó estos días los recursos presentados por la Fiscalía y el representante legal de la Diputación por el auto en el que eximía de responsabilidad alguna al ex concejal del concello de Moraña, Jorge Caldas, por referirse a la presidenta de la Diputación, Carmela Silva, como "mala zorra", "hija de puta" y "menuda furcia". La jueza encargada del caso entiende que estos calificativos se enmarcan dentro del ámbito de la "libertad de expresión", normal y necesaria, en el civilizado enfrentamiento político que caracteriza a una democracia saludable.

La jueza encargada del caso es una más de las víctimas del Síndrome del Cuñado Español, un individuo -o individua- que avala y normaliza la violencia sexista como parte de nuestra cultura e idiosincrasia como pueblo y que lejos de desaparecer, se perpetúa cada día en figuras de los media como Bertín Osborne, Javier Cárdenas o Jorge Cremades. Este último, un famosísimo youtuber de menos de 30 años, seguido por más de cinco millones de usuarios en Facebook, que comparten sus consejos sobre cómo afrontar cada cita o reunión con una mujer como la mayor putada que le puede pasar a cualquier hombre. Cremades sigue axiomas universales como el de que nosotras siempre estamos a dieta, detestamos salir de fiesta, somos especialistas en joder vacaciones, nos encantaPrettyWoman, tenemos obsesión por mirarles el teléfono y ¡oh! hay que emborrarcharnos para poder follar (es decir, para violarnos).

Constantemente, en las redes sociales o en los corrillos de chavales que estos días van en pandilla a la playa, escucho cómo se refieren a las mujeres y a las chicas como putas, zorras, guarras, perras, chupapollas, estrechas, malfolladas, feas, gordas, burras, cortas o retrasadas. Insultos que son heredados de generaciones anteriores cuando las mujeres todavía no podían ejercer su libertad sexual y emocional, y que nuestros jóvenes, replican una y otra vez, independientemente de su condición social y económica.

Estos insultos son el primer peldaño de la violencia machista, el paso anterior a las amenazas, a los golpes, a las agresiones verbales que hacen que una no pueda entrar tranquila en un bar a comprar una cajetilla de tabaco sin que diez gañanes aúllen como cabras en el monte, o que provocan que tengas que tolerar sin ejercer violencia física (una buena hostia) a un borracho que te increpa en la estación de tren mientras intentas comprar tu billete para irte a trabajar, como me pasó a mí ayer mismo.

Las mujeres tenemos que vivir con los comentarios de hombres y de otras mujeres que consideran que una es menos por follar, por dejar de hacerlo, por parecer demasiado atractiva a los ojos del macho o por no resultarlo en absoluto e incluso, por ser poco señora, como esas que le gustan a Pérez Reverte. Los insultos machistas son el piloto automático de la sociedad patriarcal, la de los cuñados, los puteros y algunos representantes políticos. La sociedad de Óscar Bernán, concejal del PP de Palafolls (Barcelona) que dijo que Ada Colau, "debería estar fregando suelos". La de Félix de Azúa, académico de la RAE, que sugirió que la alcaldesa de Barcelona estaría mejor sirviendo en un puesto de pescado. La del presentador de Intereconomía que llamó "puta" y "malfollada" a la diputada de la CUP Anna Gabriel. La de Salvador Hernández, alcalde del PP de Carboneras (Almería) que pidió a una concejala socialista que se callase y guardase el respeto cuando estuviese hablando un hombre. La de Javier Nart, miembro de Ciudadanos,que dijo que si la mujer tiene una tara de origen "tiene que esterilizarse".

La sociedad que normaliza la prostitución y la trata de mujeres cuando un 25% de los hombres españoles se jactan de haberse ido de putas, infinitamente más que en cualquier otro país europeo. Lejos de lo que pueda parecer, muchos ven la prostitución como una especie de conquista. El cuñadismo no entiende que en España, de las 300.000 mujeres ejercen la prostitución, la mayoría son pobres, inmigrantes, indocumentadas y lo hacen en contra de su voluntad.

Monseñor Carballo, arzobispo de Belcastro y uno de los gallegos que trabajan en el Vaticano al lado del Papa, dijo recientemente en un entrevista que las palabras debieran ser para el hombre testamento, y que antes de decirlas, uno debe de pensarlas bien. Una vez dichas, debe actuar en consecuencia. En una sociedad civilizada, que pretende la igualdad entre sus ciudadanos, es inadmisible que cualquier persona que ejerza labores de representación política o institucional, realice o avale comentarios machistas. Mucho menos, cuando cada semana enterramos a varias mujeres, asistimos a tres violaciones por día y 16 niños se han quedado ya huérfanos por violencia machista en España desde que empezó el año. Los cuñados para la cena de Navidad, por favor.

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