Opinión

Enfermeras en guardia

Una amiga fue una de las personas encargadas de atender a Elena, la chica apuñalada por su expareja el viernes 16 de diciembre en un piso del centro de Santiago. Se encontraba de guardia en el 061 y junto a su equipo atendieron en el lugar de los hechos a Elena, que se mantuvo con vida un par de días más después de recibir entre 5 y 7 puñaladas en el salón de su casa. “"Le prometí a su amiga que se salvaba, pensé que se salvaba, Diana”". Mi amiga y yo fumábamos un cigarro en la puerta de un pub de Pontevedra a las tantas de la madrugada el día de Nochebuena y yo saqué el tema de los dos asesinatos machistas de aquella semana, pensando que esas dos mujeres, de 25 y 30 años, podríamos ser nosotras o al revés, y por qué unas aún podemos seguir bailando en las discotecas, trabajando y enamorándonos de quién nos de la gana, mientras el futuro y las ilusiones de otras yacen bajo tierra. Ella me describía la situación con una tristeza serena, con un “"hicimos todo lo que pudimos"”, con la resignación propia de su profesión, de una entereza admirable. Mientras me lo contaba, yo me eché a llorar. Ella me abrazó para consolarme a mí y yo sentí en el calor de sus brazos, la vergüenza toda de mi debilidad y el alivio de su fortaleza. Es ella, y no yo, la que se lleva el recuerdo de la chica apuñalada, es ella, y no yo, la que cada día convive con el sufrimiento y la tragedia.

Tengo otra buena amiga enfermera. Hace unos meses llegó tarde y muy consternada a una cena porque durante horas estuvo esperando a que la familia de un señor moribundo llegase al hospital para despedirse de él. "“Llamé a su hija 20 veces, y a sus nietos, pero me dijeron que estaban cenando"”. Mi amiga se quedó allí, se sentó a su lado, le cogió la mano, y el señor se murió agarrado a ella. “"No podía dejar que se muriese solo”". Para esta enfermera, los cuidados paliativos son una de las experiencias más gratificantes de su profesión, la de ayudar a morir dignamente. Ella recuerda muy bien el caso de una chica de 30 años, con una enfermedad terminal, casada y con un niño, cuya madre y hermana no se separaban de ella. “"Entrar en aquella habitación era horrible, me costaba mucho ver aquello, ponerle medicación a la paciente para aliviarle el sufrimiento, pero que, al mismo tiempo, inevitablemente, le acortaría la vida"”.

Y son los cuidados paliativos, precisamente, una labor típica de las enfermeras, encargadas de acompañar a los enfermos y sus familiares antes y después de que el médico dicte sentencia. Otra amiga enfermera lleva meses acompañando en sus casas a los pacientes y a las familias cuando todo se acaba. A ella, como a las otra dos, las familias la llaman desesperadas, les piden que se quede un poco más, les suplican que no les dejen sufrir. Las tres tienen poco más de 30 años, y encadenan contratos agotadores que pueden llegar a ser diez en un mes, las cambian de servicio sin darles tiempo a adaptarse, las llaman en cualquier momento y lugar y no pueden negarse aunque se jueguen la vida en la carretera, cuando el teléfono suena a deshoras y una emergencia las espera en la puerta del hospital. Negarse tiene un precio muy alto: la lista corre y cabe la posibilidad de que estén mucho tiempo sin trabajo. Aún no son funcionarias. “"No puedes bloquearte, la vida de otros depende de ti, pero a veces sientes que no sabes ni qué has hecho, llevas una adrenalina enorme”", dice una. Otra añade que “"somos un sandwich”, “la chica para todo”, responsables de comerse la mierda de los de arriba -los médicos, que se llevan los galones cuando todo sale bien- y de atender a las familias cuando la cosa se descontrola y llegan los insultos, los robos y las agresiones".

Ellas son las enfermeras y yo la escritora, que ahora os lo cuento porque no se me ocurre mejor manera de homenajear a todas las enfermeras españolas que, como mis amigas, llevan todas las Navidades sin apenas salir de los servicios, haciendo noches y festivos, salvando vidas, sin ni siquiera una seguridad laboral. El 85 por ciento del personal de enfermería que trabaja en España son mujeres, el Consejo General de Enfermería denunció este año que faltan 130.000 enfermeras para que nuestro país se sitúe en la media de la atención de Europa. Mientras, 8.000 enfermeras españolas trabajan ya en el extranjero donde se pelean por ellas.

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