Opinión

Ninfómanas suicidas

EL DÍA 1 de enero de cada año los medios de comunicación recogen puntualmente la misma y esperada noticia: un hospital, un bebé, sonrientes y enamorados padres, la tierna mirada de la presentadora. Los medios atrincherados en el paritorio se pelean para contarnos en exclusiva el nombre y apellidos del primer ciudadano o ciudadana nacido en el país, en la comunidad o en nuestra ciudad.

Este 1 de enero de 2017, mientras muchas andábamos en un bucle del sofá a la cama, peleándonos en un desquiciado zapping con los bebés que nacían y las películas estrenadas antes de nuestro propio nacimiento, el mundo se acababa para Matilde Teresa, una profesora universitaria de 40 años asesinada en Madrid. La primera víctima mortal de la violencia machista fue apuñalada por su ex pareja, un hombre de 20 años, sobre el que ya pesaba una orden de alejamiento. Solamente ella sabe por qué ese tipo se encontraba en su casa el día que la mató.

Las causas, aunque personales, coinciden siempre en una genérica pero común a todas las víctimas, y que muchas mujeres, por nuestra condición de hembras, hemos tenido el disgusto de padecer en algún momento a lo largo de nuestras relaciones con diversos y educadísimos hombres. MIEDO. Miedo a las amenazas del agresor si no cumples sus exigencias, miedo que provoca culpabilidad, miedo que paraliza, miedo que genera vergüenza y arrepentimiento (al qué dirán la familia y amigos de uno y de la otra), miedo a ser encasillada como "victimista", "aprovechada" o "loca" (argumentos más que usados por los maltratadores), miedo a romper una familia e incluso miedo a haberse equivocado. Los agresores, homicidas emocionales, consiguen que sus víctimas duden hasta de sus propias experiencias y empaticen con ellos después de colosales demostraciones de amor y perdón que los convierten en mártires con infancias destrozadas, ex novias manipuladoras e injusta marginación social. Muestran un corazón roto y arrepentido, profundamente enamorado y entregado a ella, una víctima, que, independientemente de su edad, raza, nivel cultural o socioeconómico, carece de autoestima y está anulada emocionalmente.


Que sí, Manuel, que las mujeres somos ninfómanas suicidas, y tú tienes un pelazo, aunque desgraciadamente, te anula el cerebro


Si usted no ha leído todavía el artículo 'Víctimas de su sexismo' de Manuel Molares del Val que el Correo Gallego y Atlántico Diario publicaron el martes de esta semana y que le ha costado ya el trabajo en el periódico compostelano, le adelanto el contenido. En este artículo despiadado y trémulo de ignorancia, el narrador se despacha a gusto con la primera mujer asesinada en 2017 al cuestionar qué hacía ella, una atractiva profesora de 40 años, con un colombiano de 20 al que los vecinos describían como "chungo y malote". Y coge la pala para echar mierda sobre todos los cadáveres tildando a Matilde y a las otras víctimas de "esclavas sexuales que los siguen —a los maltratadores— por el placer físico que les proporcionan", "yihadistas suicidas" o "mujeres estúpidas". El discurso de la masculinidad hegemónica dominante de control y dominación (popularmente conocido como cuñadismo) encuentra en la violencia sexual la aliada de la supuesta excitación femenina. Querido Manuel, las mujeres maltratadas no follan por placer, follan por miedo. La mayoría son violadas en sus relaciones de pareja. Cambia ya de porno.

A raíz de este artículo, me escribió enfadadísima una mujer víctima de malos tratos graves para justificar por qué ella, mujer formada y culta, estuvo con un maltratador "era encantador, me tenía en un pedestal, te juro que no vi venir las hostias" y recordarme que "cuando me temblaban las piernas, no era follando precisamente". Una mujer, que se siente cuestionada hasta por los suyos y a la que el nada inocente artículo de Manuel del Val ha hecho mucho daño porque siembra dudas sobre la propia legitimidad de la víctima. Un panfleto misógino y aburguesado, como aquel de Elvira Lindo, en donde se jactaba de su felicidad marital por haber escogido tan bien al hombre adecuado en contra de las otras. Las tontitas. Creo firmemente que dar argumentos a los maltratadores y asesinos debería tener la consideración de delito o falta.

Después de la denuncia de colectivos feministas ante la Xunta de Galicia y la del Colexio Profesional de Xornalistas, Molares publicaba otro artículo este jueves, para hablarnos de la censura en este país en que uno ya no puede decir libremente que las mujeres son tan imbéciles para entregarse a sus asesinos y mantenerlos "a cambio de sus favores". De seguir así, es probable que nos hable de los centímetros del pene del colombiano en una tercera entrega.

Que sí, Manuel, que las mujeres somos ninfómanas suicidas, y tú tienes un pelazo, aunque desgraciadamente, te anula el cerebro.

Comentarios