Blog | Estoy Pensando

Déjenla caer

La Torre de Torés en As Nogais, Lugo, se cae a pedazos, piedra a piedra. No se alarme: tenemos más. En Galiza otra cosa no tendremos, pero patrimonio arqueológico, más que nadie en el mundo. Desde hace siglos, raro es el día que no aparece destrozado un petroglifo, un castro, una torre, una mámoa, un puente o un castillo. Y aún así seguimos teniendo miles y miles de vestigios de nuestro magnífico pasado construido en granito. Piénselo bien. Póngase en lugar de un alcalde. Si usted tiene que elegir entre conservar una fortaleza medieval o contratar a la orquesta Panorama, ¿qué va a hacer, abuela? Pues contratar a la Panorama, lógicamente. Panorama sólo tenemos una, mal que le pese a la París de Noia. Pero torres, abuela, torres tenemos cientos.

Creo que tenemos demasiadas, en realidad. Deberíamos quedarnos con un par de fortalezas, media docena de puentes (tres romanos y tres medievales), cuatro o cinco castros, otros tantos petroglifos y punto. Con eso y la muralla de Lugo, que no hay dios que la eche abajo, tendríamos suficiente. Incluso podríamos apañarnos con uno de cada. Si sólo tuviéramos un petroglifo, por ejemplo, o una torre, los defenderíamos con la vida, como hacen en otros sitios donde tienen poca cosa y se molestan en mantenerla y enseñársela a los turistas orgullosamente.

La torre de Torés fue perdiendo las escaleras interiores, la almena que la coronaba, algunos de sus muros. Lo que va quedando en pie muestra grietas en las que perfectamente podrían caber, juntos, un alcalde y un diputado provincial. Allá por 2013, el alcalde de As Nogais firmó un convenio con la Casa de Medinaceli, propietaria de la torre. El objetivo, según informaba la prensa, era: "recuperar la fortaleza y hacerla accesible para el público, con la intención de que sirva de atractivo turístico". La Casa de Medinaceli participaría de los gastos con el Concello, que tendría el usufructo de la instalación durante 25 años. La idea no parecía mala. Era una manera de conservar la estructura, garantizar su existencia durante un par de siglos más y de paso, rentabilizarla como reclamo para turistas. Ahora, tal como está, difícil será evitar el desastre. Pero da lo mismo, abuela. Será por torres.

Dice la leyenda que el castillo de Torés, del que apenas se conserva la torre, fue construido sobre los restos de una original levantada por la reina Lupa. No se me emocione, abuela. Aquí también andamos sobrados de leyendas. La mayoría de ellas sobra. Sea o no sea cierta la leyenda, hay constancia documental de la construcción a partir del S. VIII. Casi nada, pero tampoco es para tanto. Tenemos castros que tienen más de dos milenios y petroglifos de más de 4.000 años que nos importan menos que la torre de Torés. Total, si a un antepasado nuestro, allá por el Neolítico, le dio por grabar un ciervo en una piedra, será su problema, no va a ser asunto de un alcalde que tiene a la orquesta Panorama esperando una llamada.

Lo peor que le puede pasar a un alcalde en Galiza es que venga alguien y le diga que han encontrado un castro en su pueblo. Inmediatamente se la lía Patrimonio, se le empieza a llenar el municipio de arqueólogos que hacen una excavación durante un par de meses y se largan de ahí a molestar a otro alcalde. Y luego, el buen hombre se ve obligado a mantener un acceso al lugar y limpiar los toxos de vez en cuando, cosa que nunca se hace. También es verdad que no hay dinero en el mundo para mantener en buen estado tanto patrimonio, así que mejor será hacerlo desaparecer. No somos uno de esos países raros en los que la gente va por ahí respetando su historia. En Pontevedra, una vez una diputada nos metió un miliario en medio de un restaurante. Lo juro. Para nosotros, el pasado es un incordio. Nunca sabemos qué hacer con él. Imagínese ponernos a investigarlo, a interpretarlo y a darlo a conocer. Solemne tontería. Lo más práctico es hacer como si no existiera y dejar que vaya muriendo. Ojalá pudiéramos coger cada fortaleza en ruinas y abandonarla en una gasolinera como haremos un día con usted, abuela, que a ver si revienta de una vez y así deja de molestarnos.

Puede que llegue algún día un loco y ponga de moda proteger nuestro patrimonio arqueológico y nuestro patrimonio inmaterial. Uno de esos iluminados que sostiene que es bueno saber de dónde venimos. Alguien que impida que cada día se nos caiga un pedazo de Historia o se nos muera una leyenda milenaria. También es verdad que si tarda un poco en aparecer, puede que ya no encuentre nada que conservar. Nos vamos convirtiendo en un país empeñado en desaparecer del pasado, como si Galiza hubiese aparecido sobre el planeta cuando se fundó la Panorama.

Comentarios