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Adelgazar en París

Cota comiendo una manzana. JOAQUÍN BARREIRO
photo_camera Cota comiendo una manzana. JOAQUÍN BARREIRO

Es buena idea ir a París a adelgazar? Desde que emprendí este reto, han sido decenas, ¡qué decenas, miles!, los correos que han llegado a este periódico interesándose por el asunto. Así que, bajo la excusa de que el alcalde de Pontevedra tenía que ir a evangelizar París, allá me fui con él y con un equipo de prensa de varios medios para atender la inquietud de nuestros lectores. Pues la respuesta puede parecer ambigua, si ustedes me lo permiten. La conclusión es inconclusa, perdónenme el contrasentido. Por una parte, no he visto gordos en París y mucho menos obesos androides como yo, salvo cuando me puse frente a un espejo, que allí los hay en abundancia, os espejos, no los androides. Por algún motivo, en París hay multitud de espejos, al menos en los ascensores del hotel en el que me hospedé. ¿Les parece a ustedes normal que haya tres ascensores y todos tengan un espejo? También hay espejos en el Concello de París y en La Sorbona, que son los sitios en los que estuve.

Rodrigo Cota en la cinta. JOAQUÍN BARREIRO

Por otra parte, allí se come muy bien. Es sabido que los franceses son los inventores de los platos elaborados. Hay muchas salsas, muchos cruasanes, muchas mayonesas, mucha grasa, muchos dulces. ¿Por qué, pues, no hay androides obesos salvo cuando voy yo? Tengo una teoría: allí caminan mucho. Todo lo que engordan comiendo lo adelgazan caminando. Puede que eso me haya sucedido a mí, aunque pude haber caminado más. Estuve allí de lunes a jueves y las cuatro únicas horas libres que tuvimos otros las aprovecharon para caminar. Manolo Fernández, de Cadena Ser, me invitó a visitar la Torre Eiffel. Yo en principio le dije que sí, pero cuando el hombre me dijo que su plan era llegar hasta allí caminando, que sólo eran ocho kilómetros, toda mi vida pasó ante mis ojos y vi a lo lejos una luz. Le dije que pensándolo bien no podía.

No tuve opción de pesarme tras el viaje, pero el lunes, justo antes de partir fui al gimnasio y me enfrentaron a una báscula más amable que la habitual. Di un peso de 116, con lo que la media la llevaba como un reloj. Hace unas semanas, cuando engordé 600 gramos de nada, prometí aquí que adelgazaría esos 600 y un kilo más. Cumplí. Con eso, mi peso bajó 7 kilos en dos meses, exactamente la media que me impone este reto. No sé cómo está ahora la cosa, pero perdóneme usted. La primera noche cenamos en un KFC. Era tarde, estaba todo cerrado, al día siguiente teníamos que madrugar, nos sentíamos como una selección en la víspera de una final y sentíamos la necesidad de hacer equipo. ¿Iba yo a aguar la fiesta de todos negándome a comer pollo frito? ¡No! Yo no sé de dónde sacó el coronel Sanders su famosa receta del pollo rebozado, pero no me negarán ustedes que el hombre la bordó. ¡Qué cosa sabrosa, Dios!

Rodrigo Cota haciendo ejercicio. JOAQUÍN BARREIRO

Otro día comí unas perdices con una salsa de algo. Estaban sabrosas. Ése es mi mejor recuerdo de este viaje y puede que uno de los mejores de mi vida. Pero eso no me convierte en un inconsciente. Lo que me convierte en inconsciente son otras cosas. Me sentí responsable y fui a quemarme al gimnasio del hotel. Joaquín Barreiro, que es un hombre de hábitos saludables y que frecuenta el gimnasio me hizo las fotos. Eso fue el miércoles, y el jueves se responsabilizó de mí, y camino del Concello de París, cuando la comitiva pontevedresa tenía una cita con la alcaldesa Anne Hidalgo, me puso a correr por toda la ciudad a toda prisa. Luego me mandó parar para posar para estas fotos y otra vez a correr. Eso lo hizo unas nueve o diez veces. Hasta me hizo cargar con su paraguas para que mi esfuerzo fuera insostenible. Ahí, que se muera Albert Rivera si miento, vi cómo las calorías abandonaban mi cuerpo en desbandada.

ASÍ ME SIENTO
Peso: 116 kg (-7,1)
Estado de ánimo: Cansado
Pecado cometido: París
Temperatura exterior: Lluviosa

Así que creo que empaté. Debo seguir por los 116 kilos con los que empecé la semana. Si echamos cuentas, estaba en 123 y pico hace dos meses, cuando inicié esta aventura, así que estoy donde tengo que estar. También ayudaron las carreras por la T4 del aeropuerto de Barajas. Esa terminal la diseñó un sádico mientras sufría un brote psicótico, aunque creo que de eso ya hemos hablado cuando me mandaron a trabajar a Madrid con Ana Pastor.

Cota paseando por París. JOAQUÍN BARREIRO

En fin, que la cosa va saliendo razonablemente bien. El viaje a París me sirvió para ganar un kilo cada vez que comía y adelgazarlo inmediatamente después. Eso debe ser la máxima expresión del llamado efecto rebote. Crean que es difícil mantener una dieta en estas circunstancias, pero parece ser que lo superé sin grandes problemas. En fin, volviendo al principio, las respuesta es no. No es fácil adelgazar en París, pero es posible. 

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